En la ciudad de Niravell, un lugar donde los cielos se encuentran con las monta?as y las
antiguas ruinas susurran secretos olvidados,
La ciudad, conocida
por su vibrante mezcla de magia y tecnología, alberga una comunidad diversa que guarda
en silencio muchos de sus misterios.
Niravell es un crisol de culturas y tradiciones, donde la justicia es interpretada de muchas
maneras. Y en este mundo vive un joven amable llamado Raito.
Eldric, el abuelo de Raito y bibliotecario experimentado, le pidió que fuera al sótano a
buscar un libro para una se?ora que había venido a la biblioteca buscando uno de cocina.
Aunque el pedido parecía sencillo, Raito no pudo evitar sentir cierta inquietud al descender
por la empinada escalera de madera del sótano, que crujía bajo sus pies. La bodega, con
sus estantes desordenados y el aire cargado de polvo, siempre le daba la sensación de
estar rodeado de secretos olvidados.
Mientras se adentraba en la penumbra, uno de sus pies resbaló, y perdió el equilibrio. Cayó
hacia atrás, aterrizando con un golpe sordo sobre unas cajas apiladas. Los libros y objetos
dentro de las cajas tintineaban y se esparcieron por el suelo. En medio del desorden, algo
llamó su atención: una piedra peque?a de un tono azul vibrante, que brillaba débilmente
en la oscuridad.
Curioso, Raito la recogió, sintiendo una extra?a energía al tocarla. De repente, la piedra
comenzó a brillar intensamente con una luz azul cegadora, llenando todo el sótano con su
resplandor. El destello fue tan fuerte que, en un parpadeo, la piedra desapareció en el aire,
dejando a Raito completamente desconcertado y con una extra?a sensación de vacío, como
si algo mucho más grande hubiera comenzado a suceder.
Confundido y aún procesando lo que acababa de ocurrir, Raito se quedó mirando el aire
vacío donde la piedra había desaparecido. El resplandor azul, tan intenso como inesperado,
lo había dejado atónito, pero a pesar de la extra?a sensación que lo invadía, no pudo
permitir que eso lo distrajera demasiado. Sabía que tenía un trabajo que hacer, y su abuelo
lo había enviado al sótano con una tarea clara.
Con una respiración profunda, Raito apartó esos pensamientos de su mente y se agachó
para recoger los libros que su abuelo Eldric le había pedido. Eran unos libros polvorientos y antiguos,
de tapas de cuero desgastado, pero nada fuera de lo común. Los tomó con cuidado y,
aunque su mente seguía repasando la extra?a ocurrencia, decidió que no era el momento
de dar más vueltas al asunto.
"Probablemente sólo fue una ilusión... o algo por el estilo", pensó para sí mismo, como si intentara convencer a su propia mente de que no había nada más en eso. Sin embargo, el ligero retumbar de su pecho seguía allí, como si algo lo estuviera esperando, algo que no entendía aún.
Con los libros en mano, Raito subió las escaleras de vuelta a la planta superior, tratando de dejar atrás las dudas. Sin embargo, una pregunta persistente rondaba su cabeza: ?Qué había sido esa luz azul?
A medida que Raito caminaba de regreso con su abuelo con los libros en mano, una extra?a sensación lo invadió, como si algo estuviera cambiando en su interior. No era solo la incomodidad por lo ocurrido en el sótano; algo en su piel, en su cuerpo, parecía diferente. Se detuvo un momento frente a una de las estanterías del pasillo, observando su mu?eca derecha sin razón aparente. Pero al mirar más de cerca, su respiración se detuvo por un instante.
Una marca había comenzado a formarse en su piel, en la parte interna de su mu?eca. Al principio, fue un simple resplandor débil, como si un rayo de luz azul se hubiera impregnado en su piel. La runa, fina y delicada, se iba trazando lentamente, como si la misma piedra que había tocado en el sótano hubiera dejado una huella en su cuerpo. Era una línea intrincada, en forma de símbolos antiguos que nunca había visto antes
Love this novel? Read it on Royal Road to ensure the author gets credit.
Su pulso se aceleró. La marca parecía latir al mismo ritmo que su corazón, brillando con una intensidad que nunca podría haber imaginado. No era una simple cicatriz. No era algo que pudiera haberlo imaginado. Era real. La runa se mantenía, vibrando levemente bajo su piel.
Instintivamente, trató de frotarse la mu?eca con la mano izquierda, pero la marca no desapareció. En su lugar, el brillo aumentó momentáneamente, como si le respondiera, y una sensación de calor le recorrió el brazo. Aterrorizado y fascinado a la vez, Raito miró alrededor, como si esperara que alguien pudiera explicarlo. Pero estaba solo.
Finalmente, con un suspiro profundo, decidió no perder más tiempo y regresó junto a su abuelo. Aún no comprendía qué significaba todo eso, pero algo le decía que lo que había comenzado en el sótano solo era el principio.
La luz cálida de las velas iluminaba la peque?a mesa del comedor mientras Raito y su abuelo, Eldric, cenaban juntos. El sonido de los cubiertos se mezclaba con el suave murmullo del viento que entraba por la ventana. Eldric, como siempre, parecía tranquilo, pero su rostro mostraba una ligera expresión de preocupación mientras probaba un bocado.
"Raito, he estado pensando," dijo Eldric, dejando el tenedor sobre el plato. "La biblioteca ha crecido bastante en los últimos a?os, pero creo que es hora de hacer algo más con este lugar. Quiero ampliarlo. No solo más estanterías o libros, sino convertirlo en algo más... diverso. Tal vez una tienda de antigüedades, algo que atraiga más visitantes. No sé exactamente qué forma tomará, pero tengo algunas ideas. Y por eso, iré a la capital."
Raito alzó la vista, interesado pero sin mostrar demasiada emoción. "?A la capital?"
"Sí, tengo que hacer algunas compras, y aprovecharé para ver a un viejo amigo. Planeo estar fuera unos cuatro o cinco días," explicó Eldric, retomando la comida como si nada.
Raito asintió en silencio, pero en su mente comenzaban a formarse otros pensamientos. "Cuatro o cinco días..." pensó. Eso le daría tiempo, tiempo para investigar más sobre la piedra, la marca en su mu?eca y todo lo que había sucedido en el sótano. Su abuelo, distraído por sus propios planes, no parecía darse cuenta de lo que realmente estaba pasando.
"Tal vez durante esos días pueda encontrar alguna pista sobre lo que pasó... tal vez incluso obtener más respuestas de lo que Eldric no sabe," reflexionó mentalmente, dejando que el silencio entre ambos fuera solo un eco lejano mientras sus pensamientos volaban hacia lo desconocido.
A la ma?ana siguiente, después de un desayuno rápido, Eldric empacó sus pertenencias y se despidió de Raito con un abrazo. "Cuídate, y no dejes que el lugar se convierta en un caos mientras no estoy," bromeó el abuelo, dándole una palmadita en el hombro.
"Lo haré," respondió Raito, pero su mente ya no estaba en la despedida. En cuanto Eldric se fue por la puerta, Raito se dirigió de inmediato hacia la biblioteca, sin perder tiempo. Sabía que no podía dejar pasar un solo día. La marca en su mu?eca y la extra?a desaparición de la piedra lo atormentaban. Tenía que encontrar respuestas.
Se sumergió entre las estanterías, revisando libro por libro, sus dedos rozando las viejas tapas de cuero mientras hojeaba los volúmenes. Eldric, a lo largo de los a?os, había recopilado una vasta colección de textos sobre las leyendas y la historia de Niravell y sus alrededores, pero no parecía haber nada específico que hablara de lo que le había sucedido. Al menos no de manera directa.
En este mundo, las razas que habitaban las tierras no eran simples historias de fantasía. Elfos, enanos, y otras especies controlaban la magia de formas ancestrales, mientras que los humanos, aunque comunes en su mayoría, eran incapaces de practicarla. Sin embargo, algunos individuos nacían con habilidades excepcionales que los convertían en magos, aunque estos eran una rara minoría. La mayoría de los humanos, entonces, se basaban en artefactos mágicos para manipular la magia de formas más limitadas.
A medida que pasaban las horas, Raito se sumía más en las páginas, buscando alguna mención de una piedra similar a la que había encontrado o de símbolos antiguos. Sabía que las respuestas estaban ahí, solo tenía que encontrarlas.
Raito pasó horas entre los estantes de la biblioteca, sumergido en los viejos textos que su abuelo había acumulado a lo largo de los a?os. Con cada página que pasaba, se sentía más fascinado por los conocimientos antiguos sobre las razas mágicas y su historia. Los elfos, con su control sobre la magia ; los enanos, maestros de los artefactos y runas menores; y los humanos, que aunque no podían controlar la magia, habían logrado adaptarse mediante el uso de artefactos mágicos.
A pesar de todo lo que estaba aprendiendo, algo le seguía pesando en el pecho. Había buscado y revisado libros sobre magia, artefactos, leyendas y antiguos símbolos, pero no encontró ni una sola mención de lo que había experimentado en el sótano. La piedra morada, la luz azul, la marca que había aparecido en su mu?eca... nada. Cada vez que pasaba una nueva página, el silencio de la biblioteca se hacía más pesado, más frustrante.
Aunque estaba fascinado con los conocimientos que estaba adquiriendo, Raito no podía evitar sentirse decepcionado. No había encontrado ninguna pista, ningún indicio de lo que había ocurrido. La búsqueda continuaba, pero por ahora, parecía no haber respuestas en esos libros.
Aunque decepcionado por no haber encontrado nada relacionado con lo que sucedió, Raito pasó el resto del día atendiendo la tienda con normalidad. A pesar de la carga de incertidumbre que llevaba consigo, se dedicó a sus tareas sin mostrar se?ales de agobio. Los clientes entraban y salían, y la rutina de la biblioteca continuaba como siempre. No podía dejar de pensar en lo sucedido, pero sabía que debía mantener la compostura.
La runa en su mu?eca no parecía hacer nada extra?o durante todo el día. A veces, cuando se distraía demasiado, sentía que algo vibraba levemente bajo su piel, pero era tan sutil que pensó que podría ser su imaginación. Sin embargo, de vez en cuando, la runa brillaba de forma tenue, un resplandor azul pálido que desaparecía casi al instante, como si le estuviera avisando de algo que aún no comprendía.
El brillo era fugaz, casi imperceptible, pero lo suficientemente real como para mantener a Raito alerta. A pesar de que no mostraba otros signos de actividad, la marca seguía allí, como un recordatorio de que lo sucedido en el sótano no era una casualidad. Algo más estaba por venir, y él lo sentía, aunque no sabía exactamente qué.
Al día siguiente, mientras Raito hacía las compras para la cena, algo extra?o comenzó a acecharlo. Mientras caminaba entre los puestos del mercado, la sensación de ser observado creció. Era como si alguien estuviera siguiéndolo de cerca, siempre en sus talones. Cada vez que se giraba para mirar, no veía nada fuera de lo común, solo los vendedores, los ni?os correteando entre los puestos, y los transeúntes conversando animadamente.
A pesar de no ver a nadie sospechoso, la sensación de que alguien o algo lo observaba se volvía cada vez más insoportable. Su piel se erizaba, y un peso en el pecho lo acompa?aba. Sin poder deshacerse de la inquietud, se aseguraba de mantenerse cerca de otros, caminando entre la multitud, buscando un refugio en la presencia de la gente.
A pesar de que su mente le decía que todo eso podía ser producto de la paranoia, algo en su instinto le decía que no debía ignorarlo. La sensación persistía, como si estuviera siendo acechado por algo invisible, algo que no podía ver, pero que definitivamente lo estaba observando.
Raito llegó a la biblioteca recuperando el aliento, aún con la sensación de estar siendo seguido. El bullicio del mercado y la multitud lo habían ayudado a calmarse un poco, pero la inquietud seguía en su pecho. Cuando cruzó la puerta de la biblioteca, un suspiro de alivio escapó de sus labios. Al menos aquí, rodeado de libros y en su refugio, podía sentirse un poco más seguro.
El resto del día transcurrió con normalidad, atendiendo a los pocos clientes que se acercaban y reorganizando algunas estanterías. Sin embargo, mientras trabajaba, no podía evitar la sensación de que algo lo observaba desde las sombras. Decidió no darle demasiada importancia. Era mejor centrarse en lo que tenía delante.
En algún momento, la idea de bajar al sótano cruzó por su mente. Pero la simple mención del lugar le hizo sentir una incomodidad extra?a, como si algo en las profundidades de la bodega lo estuviera esperando. "Tal vez ma?ana," se dijo a sí mismo, dejando esa inquietud para otro momento. Hoy no era el día para enfrentar lo que había en ese sótano.
Mientras Raito apagaba las últimas velas de la biblioteca, preparándose para ir a dormir, un extra?o escalofrío recorrió su espalda. El silencio de la noche lo envolvía, y la luz tenue de las velas parpadeaban suavemente, iluminando las sombras que danzaban por las paredes. Con un suspiro, se dirigió hacia la salida, sin darse cuenta de que algo, o más bien alguien, lo observaba desde las sombras.
Desde una ventana cercana, una figura encapuchada en una túnica roja lo observaba a la distancia. Su rostro estaba parcialmente oculto, pero sus ojos brillaban con una intensidad extra?a, y su sonrisa, aunque leve, era inquietante. La túnica de la chica estaba adornada con marcas negras, y en el borde de la capa, una runa similar a la de Raito brillaba débilmente, como si la pieza de magia estuviera viva.
Ella no hacía un solo movimiento, pero su presencia era inconfundible. Observaba en silencio, como si estuviera esperando el momento adecuado para hacer su movimiento, mientras Raito seguía sin notar su presencia. La figura en la ventana parece nueva, como si supiera algo que él aún no comprende.