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EL TRABAJO DE LA HERMANDAD

  Mientras Candado y su equipo la buscaban, el objetivo se encontraba en el interior de un bosque, en alguna parte de la zona chaque?a. Con una sonrisa tierna, la ni?a iba juntando piedras y guijarros. Algunos animales de la zona le prestaban ayuda mientras caminaba.

  —YuAt’f RiiXin’to muru prixen’t (No te alejes demasiado, mi luna).

  —RUuy Yutu’k An (Tengo hambre).

  La ni?a volteó y se dirigió hacia el perro del tama?o de un león, de color rojo y negro. Tropezó cuando estaba cerca.

  —Re’cairfuj (Cuidado) —dijo él, usando su cabeza para evitar que ella cayera.

  —Wav’nieta (Gracias).

  La ni?a se puso de pie y se recostó sobre el estómago del perro mientras comía las piedras que había recogido.

  —Ri’ jijyr Loj gú (Descansa y no comas demasiado).

  Engulló dos rocas del tama?o de un pu?o de hombre y se acomodó sobre el perro.

  —Amjasta, I’ji (Tengo sue?o, Amjasta).

  —Litú, N’ Amjasta (Lo siento, no soy Amjasta).

  —Yiturará, Yoh’s Berr (La extra?o mucho).

  —Amjasta…

  Luego la ni?a cerró sus ojos.

  —Candado Ur’astap (Candado la está buscando).

  Dijo una voz proveniente de los árboles.

  —Mauricio.

  —Hola, Kolac.

  —?Qué quiere el hijo del bosque de mí?

  —Mi padre mencionó que habían nacido dos ni?as, luceras en términos humanos.

  —?Y?

  —?Dónde está la otra?

  —Perdida, presumiblemente muerta. Llegué muy tarde. Los humanos ya la habían encontrado.

  La cola del perro envolvió a la ni?a.

  —Sólo vengo a hablar. Sé que la ni?a está bajo tu cuidado, pero tiene un papel importante para una amiga. Eso provocará que Candado llegue hasta ella. Nada lo detendrá.

  —Mauricio, ?de verdad piensas que se la entregaré a un humano?

  —Mi padre confía en Candado.

  —?Así como confió en Johan?

  —Eso fue un error.

  —También lo puede ser este. Después de todo, los humanos codician la vida de otros. Piensan en ellos mismos.

  —Nosotros también —replicó Mauricio, bajando del árbol—. No pienses así de ellos. Si vamos por esos términos, ?qué me dirías de la naturaleza? Tus jefes mandan a los luceros para mantener el equilibrio.

  —Es diferente.

  —No quieren extinguirse. Mandan a los luceros para exterminar a los humanos que viven de la destrucción. Así fue con la peste negra, la viruela, el cólera y otras enfermedades. Ellos piensan en su existencia. En otras palabras, también piensan en sí mismos.

  Mauricio sonrió al darse cuenta de que hablaba como Candado.

  —Mira, no estoy aquí para pelear. Sólo vine por la ni?a.

  —No. No pienso dártela.

  Mauricio se encogió de hombros.

  —Bueno, lo intenté. —Luego le dio la espalda—. Pero recuerda que Candado sólo aceptará tu negativa tres veces. A la cuarta, optará por la violencia. Cuando marque su posición, no habrá nada que lo detenga. Es de palabras hasta cierto punto, pero también es extremadamente violento cuando un ni?o está en peligro.

  Tras decir eso, Mauricio se convirtió en hojas secas y desapareció.

  —?Miedo a los humanos! ?Qué estupidez! Ellos deberían temerme a mí.

  Por otro lado, habían pasado tres horas desde que Candado y la se?orita Kaikai se habían separado. Cabalgando sobre su corcel Uzoori y acompa?ado por Hammya, Candado se dirigía a la casa de Rucciménkagri, ya que ella podía ser de utilidad.

  —Hammya, quédate aquí.

  Candado bajó del caballo y se acercó a la casa. Desgraciadamente, Rucciménkagri no estaba. Abrió la puerta y buscó en el interior, pero no encontró a nadie. Salió confundido.

  —?Qué pasó?

  —No está. Demonios, justo cuando la necesito.

  —?Tienes un plan?

  Candado subió al caballo.

  —Lo tengo, pero no será agradable.

  Se dirigió al bosque de Diana, una persona con la que no quería involucrarse. Su personalidad perversa y psicópata la hacía peligrosa; no dudaría en matar a cualquiera que da?ara su bosque.

  —Candado, pareces decaído.

  —Es que no me gusta que este tipo de personas se crucen contigo.

  —?Está preocupado por mí? —pensó Hammya, apoyándose en la espalda de Candado—. Gracias.

  Candado cabalgó, sintiendo el sudor correr por su cara. Sabía que Diana, a diferencia de sus hermanos Logan y Mauricio, observaba cada movimiento en su territorio, disfrutando del miedo de sus víctimas.

  De repente, un objeto se acercó a gran velocidad. Candado, con rápidos reflejos, inclinó su cuerpo y forzó al caballo a acostarse, evitando así la decapitación. Cayó bruscamente junto con Uzoori y Hammya. Afortunadamente, nadie salió herido. Candado alzó la vista y vio la guada?a de Diana incrustada en un árbol.

  Ayudó a Hammya a ponerse de pie.

  —?Estás bien? —preguntó él preocupado.

  —Sí, muchas gracias —respondió ella, sacudiéndose la tierra—. ?Qué pasó?

  —Diana nos da la bienvenida —dijo Candado, se?alando la guada?a.

  —Vaya tontería, es una loca, casi nos mata.

  —Ojalá no te haya escuchado. Odia cuando la insultan.

  Luego, las hierbas altas comenzaron a crujir y, de entre ellas, salió un gato negro. Su pelaje relucía con elegancia, y para los ojos de Hammya, era simplemente hermoso.

  —?Oh, qué lindo! —exclamó Hammya, acuclillándose y extendiendo la mano hacia él—. Ven aquí, amiguito.

  —Miau…

  Candado miró a su alrededor, inquieto mientras se encargaba de su caballo. Buscaba con la mirada a Diana. Su corazón latía con fuerza, y de repente, como un golpe seco, algo hizo ruido en su cabeza.

  —Miau...

  Sin pensarlo dos veces, corrió hasta Hammya, la tomó de la cintura y la alejó bruscamente.

  Fue en el último instante. Justo cuando Hammya estaba por acariciar al gato, estuvo a punto de perder la mano. Si sus dedos hubieran tocado aquella criatura, el resultado habría sido terrible.

  —??DIANA!! —gritó Candado con los ojos encendidos en furia—. ?Te estás pasando de la raya!

  El gato comenzó a reírse con una voz femenina. Su risa resonó como un eco siniestro. Poco a poco, su forma se transformó, estirándose y retorciéndose hasta convertirse en una mujer. Diana.

  —Eres increíble, Candado —dijo, acomodándose su sombrero con una sonrisa burlona—. Tienes buenos reflejos.

  Hammya comenzó a temblar al notar que Diana sostenía un cuchillo ensangrentado en su mano derecha. La vista de la hoja carmesí la dejó sin palabras.

  Diana siguió la dirección de su mirada y le mostró el cuchillo con despreocupación.

  —?Oh, esto? —Se encogió de hombros—. No es nada. Solo sangre de yacaré. Estúpidos reptiles.

  Candado apagó la flama que brillaba en sus ojos. Su voz sonó densa y amenazante.

  —Diana, te lo advierto. Si algo le llegara a pasar a Hammya, yo personalmente te arrancaría los ojos.

  —?Qué miedo, qué miedo! —respondó Diana con burla.

  Con un movimiento grácil, retiró su guada?a, como si fuera una extensión natural de su cuerpo.

  —Dime, ?Qué quieres, Candado?

  —Las circunstancias me han obligado a pedirte ayuda.

  —?Ayuda? ?De mí?

  —Sí. Necesito que busques o me ayudes a encontrar a una ni?a.

  Diana entrecerró los ojos con un brillo intrigante.

  —?Oh! Interesante. Muy interesante. Continúa.

  —Es una lucera.

  —?Vaya, qué curioso! Cuando papá se enteró de su desaparición, envió a Oscar y Logan a buscarla.

  —Supongo que no confió en ti.

  —Mi padre me pidió que no me involucrara en este asunto.

  —Y ahora veo por qué.

  —Pero —Diana sonrió con una expresión que mezclaba desdén y placer— puedo ayudarte.

  Hizo girar su guada?a una vez más, antes de detenerse y extender su mano.

  —Puedo dejarte cerca de ellos.

  —?Ellos?

  —Así es. La lucera no está sola.

  —Entonces, envíame inmediatamente.

  —Ya te lo dije, solo puedo dejarte cerca.

  —?Por qué?

  —Mauricio me prohibió acercarme a ellos. Y no pienso desobedecerle.

  Candado resopló, consciente de que discutir con Diana era como hablar con una pared.

  —Bien.

  Rodeó con su brazo izquierdo la cintura de Hammya.

  —?Espera!—protestó ella—. ?Qué estás haciendo?

  —Vamos.

  Con la otra mano, Candado tomó la mu?eca de Diana. En un abrir y cerrar de ojos, el paisaje cambió. La sensación de desplazamiento fue instantánea.

  Al llegar, Candado soltó a Hammya y se alejó rápidamente de Diana.

  —Oh, qué malo —bromeó ella.

  —Gracias por esto, pero en verdad desprecio tener contacto físico contigo —aclaró Candado.

  —?Qué malo x2! —dijo Diana con una carcajada—. Sabes que yo te quiero. Bueno, más que eso, me gustaría cortarte la garganta de lado a lado, solo por los jajas.

  Hammya tembló ante la amenaza, pero Candado, como era habitual, la ignoró.

  —Aquí, a unos metros, está el objetivo —informó Diana.

  Candado asintió. Pero antes de dar un paso, Diana lo detuvo.

  —Espera.

  —?Qué pasa ahora?

  —?Por qué, si sabías la ubicación, no avisaste a Logan y Oscar? Pero sí a Mauricio.

  Diana sonrió con malicia.

  —Porque suponía que sería interesante. Si papá encuentra a la lucera, la enviará con su jefa. Luego, mandará a otros, y serán mucho más peligrosos. Ya no sería un ni?o. Sería un adulto o un anciano.

  Su sonrisa se amplió de una forma que erizó la piel de Hammya.

  —Oscar y Logan siguen las reglas de papá, al igual que todos los ni?os del bosque, incluyéndome. Pero el mundo ahora necesita personas que rompan las reglas. Así yo puedo seguir disfrutando. Aquí puedo hacer lo que en casa tengo prohibido.

  Tras decir esto, Diana se transformó nuevamente en gato y desapareció entre el monte.

  —Loca de mierda —susurró Candado. —terminemos con esto, no me gusta que Uzoori este en este monte más tiempo.

  Al volverse, encontró a Hammya temblando. Sus manos se apretaban una contra otra.

  —Esmeralda, cálmate.

  Hammya no reaccionó. Candado suspiró y la abrazó con firmeza.

  —Uno, dos, tres, cuatro, cinco.

  —?Oh, ?Candado?! —Hammya se avergonzó, apartando la mirada—. Ya estoy bien, pue-des soltarme.

  —(El bochorno de abrazarme a mí hace que su cuerpo eleve altas temperaturas, es agradable para estos climas. Debería hacerlo más a menudo.) Pensó Candado.

  Luego la soltó.

  —Ya está, ?no?

  Hammya inhaló y exhaló profundamente.

  —Estoy bien.

  —Andando.

  Candado y Hammya caminaron hasta donde había se?alado Diana.

  —Tengo una pregunta.

  —Pregunta.

  —Diana, ?siempre fue así?

  —?Psicópata o molesta?

  —Podrían ser… ?las dos?

  —La verdad es que miente todo el tiempo, pero hay algo en lo que dice la verdad: es hermana de Mauricio y Logan. Ella es la mayor, Logan el menor y Mauricio el del medio. Ambos eran bebés cuando fueron abandonados por sus padres en medio de un bosque, o eso dicen.

  —Qué cruel.

  —Es mentira.

  —?Qué…? Espera, ??qué?!

  —Diana mató a sus padres de forma brutal. Les aplastó la cabeza con una plancha. Los drogó para que fuera más sencillo matarlos. Con eso, ya te lo digo todo.

  —?Por qué?

  —No lo sé. Solo Diana lo sabe. Fue horrible, nunca había visto nada igual. Bueno, era 1950, el mundo era… creisi.

  —Oye, dijiste… ?1950?

  —Así es.

  —?No debería ser una abuelita!

  —Menos mal que Diana no está presente. Te habría degollado si te hubiese escuchado decir eso.

  Hammya sintió un escalofrío y aceleró el paso para caminar a la par con Candado.

  —Cuando te conviertes en parte del bosque, ligas tu vida a él. En otras palabras, vivirás mientras el bosque viva. Mientras más árboles haya, más será tu tiempo de vida. Generalmente, en los bosques de América son ni?os, mientras que en otros continentes son adultos o ancianos.

  —?Por qué?

  —Bueno, los bosques de América no los necesitaban tanto hasta la llegada de Colón.

  —Ya veo, es curioso.

  —Por supuesto que lo es. Diana. Ella ligó su vida y la de sus hermanos a estos bosques. El Pombero comenzó a adoptar ni?os por alguna extra?a razón.

  —?Es hija del Pombero?

  —Podría decirse de esa forma.

  De repente, se escuchó el ruido de unas hojas moviéndose.

  —Alto.

  Candado tomó la mano de Hammya, se acuclilló y caminó lentamente en dirección del ruido. Ahí la vio: la ni?a que la mujer escorpión buscaba. Llevaba un vestido verde, su cabello era gris y sus ojos cafés sin pupilas.

  —Bien, vamos.

  —?Espera! ?De verdad te le vas a acercar?

  —Ocultarme y atraparla es lo mismo que secuestrar. Necesito entablar conversación con ella. Es una ni?a; seguro que con unas palabras se calmará.

  Candado se acomodó la corbata y caminó hasta ella, dejándose mostrar.

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  —Buenas —Candado se inclinó ligeramente—. Hola, peque?a flor.

  La ni?a comenzó a temblar.

  —No te preocupes.

  Candado extendió la mano para acariciar su cabeza, pero ella se asustó y, como defensa, abrió la boca. De ella emanó una poderosa luz blanca que los cegó momentáneamente. Tras hacerlo, comenzó a correr por el bosque chillando. Sin embargo, al segundo de hacerlo, Candado la tomó de los hombros. A pesar del intenso dolor en sus ojos, Candado no parpadeó ni por un instante.

  —Eso duele, se?orita.

  La ni?a abrió la boca una vez más.

  —Por favor, ni siquiera lo intentes —Candado le tapó la boca con la mano—. Cálmate, no te haré da?o.

  De repente, Candado saltó a la izquierda, esquivando un mortífero ataque.

  —Vaya, un canino.

  Era un perro de casi un metro de largo, que gru?ía ferozmente.

  —No quiero pelear, amigo mío.

  La ni?a mordió a Candado, pero él no se inmutó. Continuó hablando con el perro.

  —Seamos civilizados y hablemos.

  —No tenemos nada de qué hablar. Suelta a la lucera ahora.

  —Tengo que negarme, mi canino amigo.

  —Entonces te obligaré a hacerlo.

  El perro se lanzó hacia Candado.

  Este, rápido, arrojó a la ni?a a los brazos de Hammya, quien aún se refregaba los ojos por la intensa luz anterior. Candado sujetó al perro por la cintura, lo alzó en el aire y lo estampó contra el suelo. Luego se tronó los nudillos y comenzó a golpearlo en el hocico y el estómago.

  —?Sucio…!

  Candado le asestó una fuerte patada en el hocico.

  —Se acabaron las palabrerías. Pelea o muerde, pero no hables, estúpido canino.

  El perro gru?ó y lanzó un ladrido intimidante. Cualquier persona temblaría de miedo, pero Candado… no se inmutó.

  —(?Qué? ??Por qué no funciona?!) Pensó el canino, sorprendido.

  Candado se acercó nuevamente, lo tomó de la cabeza y le dio un cabezazo tan fuerte que la dureza de su cráneo y el impacto parecían los de una roca.

  —Lo lamento, Fido, pero ya he visto cosas más aterradoras que un ladrido.

  Candado envolvió sus manos con la flama violeta. El perro, tambaleándose, se puso de pie y miró a la ni?a, quien permanecía inmovilizada por Hammya. Sus ojos estaban llenos de lágrimas y su cuerpo temblaba de miedo. Sabía que no podía perder, o sería el fin de ella.

  —Bien ?Podemos hablar ahora?

  —Grrrrrrr.

  —Veo que no.

  Candado y el perro se lanzaron el uno contra el otro, pero de repente, una figura femenina apareció entre ellos atravesando los pastisales.

  —???MAMá!!! —gritó Candado.

  —Ese olor… ?Mirou?

  —Hola, hijo —respondió ella con una sonrisa antes de mirar al perro—. Hola, Kolac, tanto tiempo.

  La ni?a se liberó de Hammya y corrió para esconderse detrás de Kolac.

  —?Qué haces aquí? —preguntó el perro.

  —Vivo aquí. Bueno, no en esta zona exactamente.

  —No, lo que ese perro pregunta —intervino Candado— es por qué estás aquí. Yo también estoy curioso.

  —Cuando venía del trabajo vi una luz blanca. Supuse que sería un lucero, así que vine lo más rápido que pude, y bueno, los encontré peleando.

  —Espera… ?Conoces a los luceros?

  —Claro, tengo una amiga.

  —?Por qué nunca me lo dijiste?

  —Porque nunca preguntaste.

  Candado se cruzó de brazos, sin saber qué responder. Europa, su madre, giró la cabeza y saludó a Hammya con una sonrisa amigable.

  —Hola, Hammya.

  —Hola, se?ora Barret.

  —Y bien, ?por qué peleaban?

  —él empezó —dijeron Candado y Kolac al unísono.

  Europa suspiró y se sentó en el suelo.

  —Bien, explíquense.

  Candado y Kolac contaron todo desde el principio.

  Quince minutos después.

  Europa asintió lentamente.

  —Ahora lo entiendo. Los agentes están detrás de ella.

  —Correcto, Mirou. Mi deber es cuidarla —Kolac miró fijamente a Candado—. Pero no sabía que tenías crías.

  Europa se acercó a Candado, con una sonrisa más cercana a la de un amigo que a la de una madre.

  —Así es, Colitas. Es mi cría.

  —Mamá… —Candado puchereó, visiblemente avergonzado.

  —Pero, ?por qué la naturaleza enviaría luceros? —preguntó Europa, pensativa.

  —Yo tampoco lo sé. La naturaleza ha estado comportándose de forma extra?a. Sobre todo porque esta vez fueron dos.

  —?Será que quieren extinguirnos? —se alarmó Hammya.

  —No lo creo —intervino Candado—. Por lo poco que observé, la ni?a es una lucera de la salud. Significa que las enfermedades serán erradicadas con ella. Pienso que quieren fortalecernos.

  —Eso es ridículo. La naturaleza nunca cooperaría con ustedes.

  —Es cierto —confirmó Europa—. No lo haría si no quisiera algo a cambio.

  Candado entornó los ojos, mirando el suelo.

  —Ahora que lo pienso, los Baris también han estado alterados. Buscaban a Amabaray con fiereza. Igual que mis poderes. Tanto ellos como la naturaleza han estado extra?os.

  —Candado, estás dando miedo ahora mismo —comentó Hammya.

  Candado recordó aquel nombre que lo llenaba de odio: Pullbarey. Según lo que había escuchado, ese individuo era buscado por todos los Baris. Además, tenían interés en proteger la sangre violeta.

  Europa le puso una mano en la cabeza.

  —Tranquilo —le dijo con voz suave.

  Candado volvió en sí, respirando hondo.

  —Creo que deberíamos hablar con mi cliente.

  Candado sacó su celular y llamó a Declan.

  —Hola. La hemos encontrado. Que todos vuelvan al gremio.

  Luego miró a los presentes.

  —Busquemos a Uzoori y marchemonos.

  Tiempo después, el grupo se reunió nuevamente en el gremio. Esta vez, Clementina también estaba presente.

  —?Clementina? Pensé que estabas ocupada y que no vendrías.

  —Hola, German. Declan usó el mismo fax de siempre para que todos vuelvan, así que la noticia llegó a mí.

  —Ya veo. Por lo menos, ?Sabes de qué estamos trabajando?

  —Me puse al día, sí.

  —Me alegro.

  Clementina inclinó ligeramente la cabeza a la derecha.

  —?Ella es la clienta?

  German asintió.

  —Sí, es ella.

  Clementina sonrió y llevó su dedo índice a los labios inferiores.

  —Es bella.

  —Es cierto, pero no tanto.

  Candado y los demás iban de regreso a casa caminando. La ni?a lucera iba en el lomo de Kolac, mientras Hammya y Europa estaban montadas en el caballo y Candado, iba caminando adelante, negándose a cargar más peso a Uzoori y negándose a que su madre camine en el monte.

  —Dime, chico, ?Cómo sabías dónde estábamos?

  —Recibí una información fiable.

  —Qué rápido trabajan en estas zonas.

  —Eficiente diría yo. A todo esto, ?Cómo se llama la nena?

  —Anen, su nombre es Anen.

  —… No acostumbro hacer esto, pero ?Es una broma?

  —En lo absoluto.

  Candado suspiró y siguió adelante.

  —Por cierto, ?Ella habla espa?ol?

  —No, sólo habla ikmo.

  —Ya veo —Candado miró a Anen—. Britilka’ch, Oiriki Candado, su’kayimo (Buenos días, soy Candado, un amigo).

  Anen asintió con la cabeza.

  —?Espera! ?Hablas ikmo?

  —Es uno de los pocos lenguajes que aprendí por mi cuenta, al igual que el wichi.

  —?Vaya! ?Cómo?

  —Zoyoto me ense?ó.

  —Imposible, sinceramente imposible.

  —No, no lo es. Mi abuelo era su amante. Siempre me da un regalo de cumplea?os y viene a visitarme una vez por semana.

  El perro volteó y miró a Europa.

  —Oh sí, es cierto. Papá era… bueno, tuvo dos mujeres.

  —?En qué momento? —preguntó Hammya.

  —Zoyoto es débil a la luz del sol, por lo que sale de noche, es curioso que no tuve tiempo de verla, ya que la ultima vez que vino a casa fue seis días antes de que llegaras a nuestra casa.

  —Candado, tu vida es una caja de sorpresas.

  —?Así? No tenía idea.

  Para resumirlo de forma sencilla, Alfred Barret tuvo dos amantes: Andrea, la madre de Europa, y Zoyoto, quien dio a luz a Zúr. Este, a su vez, tuvo una hija llamada ío, la media prima de Candado. Esto fue posible porque Alfred había sido educado con la sociedad de Kanghar, donde la monogamia no era la norma. Allí no era descabellado que un hombre tuviera más de una mujer o que una mujer tuviera más de un hombre, y esa era una visión que él había adoptado.

  Finalmente, Candado y los demás llegaron al gremio. Al colocar su mano en el picaporte, dejó escapar una risilla.

  —Candado, ?Ocurre algo? —preguntó Hammya.

  Candado se tapó la boca, tratando de contener la risa. Luego de unos minutos, logró calmarse y respondió.

  —Sólo me hace gracia lo fácil que fue esto. La recompensa era de veinte mil, por lo que intuyo que Eva estuvo días buscándola —infló los cachetes al recordarlo y luego se serenó—. Lo que a ella le tomó días, a nosotros nos tomó una hora. No sé si es suerte, casualidad o incompetencia.

  —Tu hijo es un rarito —comentó Kolac.

  El perro miró a Europa, pero ella también se estaba riendo en silencio. Luego miró a Hammya, quien simplemente se encogió de hombros.

  Candado aclaró la garganta, se acomodó la corbata y abrió la puerta.

  —Buenas —saludó.

  —Buenos días, Candado —respondieron todos.

  Entraron a la casa y se dirigieron a la sala.

  —Vaya, qué limpio —comentó Europa, inspeccionando la habitación.

  —Así es —dijo Candado con orgullo.

  Candado se dirigió a su oficina, donde estaba Anzor.

  —?Dónde está la clienta?

  —Ahora la llamo.

  Anzor abandonó la habitación.

  —Vaya, eres todo un Candado.

  —Mámá, por favor.

  Europa caminó hasta la ventana, movió la silla de Candado a un lado y miró hacia afuera.

  —Guau, recuerdo que cuando tenía tu edad solía mirar por la ventana cuando pensaba.

  —Yo también suelo hacerlo.

  —?Así?

  —Claro.

  Candado se posicionó junto a su madre y ambos contemplaron la vista.

  —Qué bella vista.

  —Sí, pedí ayuda para poder moldearla.

  Mientras Candado y Europa conversaban, Hammya, Kolac y Anen se sentían incómodos, sin saber cómo unirse a la conversación.

  —Es la primera vez que veo a Mirou así.

  —Es la primera vez que yo veo a Candado así.

  La puerta se abrió y entraron Declan y Eva.

  —Lamento hacerlos esperar.

  —No te preocupes —respondió Candado.

  —No, lo lamento —dijo Declan, mirando a Europa—. Se?ora Barret, buenos días.

  —Gracias.

  Eva quedó petrificada por un momento; un breve quejido salió de su boca.

  —?Qué sucede, se?orita? —preguntó Candado.

  —…

  —?…? ?Se?orita? —insistió Candado.

  Eva se quitó la capucha, revelando que tenía lágrimas en los ojos, lo que captó la atención de Europa.

  —No… no puedo creerlo.

  Candado miró a su madre.

  —M… Mamá, ?Qué pasa? ?Por qué lloras?

  Los presentes en la habitación estaban confundidos, incluido Candado, pero, tras unos segundos, lo comprendió.

  —Ah, ella... —dijo él, suavizando su tono.

  Esta es una historia que ocurrió hace tiempo, cuando la se?orita J?n Europa Iwela Barret tenía la misma edad que Candado. Ella había conocido a una ni?a extra?a en un basurero, sucia y herida. Europa, lejos de sentir miedo por aquella criatura mitad escorpión y mitad humana, le tendió una mano y sanó sus heridas. La ni?a no sabía hablar y, por lo tanto, no tenía nombre. Europa le dio ambas cosas: un idioma y un nombre. Pero no solo eso recibió de ella, también encontró una familia.

  Cabe resaltar que Europa también había adoptado a Kr?ma, quien, aunque más joven, actuaba como una hermana menor.

  Eva y Kr?ma se volvieron inseparables, estaban juntas todo el tiempo. Eva era amada y querida por toda la familia y amigos. Sin embargo, la vida no permitió que permaneciera así. Un día, cuando Europa y sus padres no estaban, unos agentes entraron a su casa y secuestraron a Eva y Kr?ma. Eran especímenes muy valiosos para sus experimentos. Europa las buscó, día tras día, noche tras noche, durante tres largos y dolorosos meses.

  Finalmente, las encontraron. El escondite de los agentes fue irrumpido con la ayuda de su amado, sus amigos, y como no, los gremialistas y Semaforistas, quienes rescataron a todos los cautivos, sean personas o no. Europa rescató a Kr?ma, pero Eva no estaba allí; había sido trasladada a otra sede. Llenos de frustración, dinamitaron el lugar, pero antes de hacerlo, Europa buscó en otras bases de los agentes. Como aperitivo, todo el personal fue enviado a “las cuevas”, una prisión especial de Kanghar (se profundizará más sobre este lugar más adelante).

  Europa continuó buscando, y antes de darse cuenta, había limpiado el país de la sede de los agentes en dos meses. Fue frustrante para ella llegar y no encontrar a Eva en más de cien ocasiones. Sin embargo, no se rindió. Siguió buscando, casi sin dormir y sin comer bien. Perdió la cordura a menudo, se enojaba y lloraba al mismo tiempo. Se veía demacrada. Se echaba la culpa a sí misma por su “ineficiencia”.

  En numerosas ocasiones intentó matar a un agente, pero su amado y amigos se lo impidieron. Sabían que, si ella tomaba una vida, quedaría completamente consumida por la ira y el dolor.

  Fue entonces cuando Europa, gracias a la ayuda de una circuista, logró encontrar la ubicación de Eva. La circuista también aprovechó la ocasión para eliminar a los agentes, pues muchos de los cautivos pertenecían a un circuito desaparecido. Su nombre era Samanta. Tras otros dos meses de angustiosa búsqueda, finalmente dieron con ella.

  Pero ya era tarde. Eva había sido sometida a un lavado de cerebro y se había convertido en su enemiga. Europa fue obligada a enfrentarse a Eva. Sus amigos intentaron intervenir para controlarla, pero fue en vano. Europa recibió muchas heridas, pero no se detuvo. En medio del caos, abrazó a Eva, lloró sobre sus brazos, disculpándose por haber llegado tan tarde. Le dijo que tenía todo el derecho de enojarse, que, si realmente quería hacerlo, podía matarla en ese mismo momento.

  Eva levantó sus pinzas hacia su cuello, pero no pudo hacerlo. No pudo decapitar a su “madre”. Eva lloró mucho, diciendo que dolía, que tenía miedo, que quería volver a casa, que quería volver a verla. Pero los agentes se lo habían negado. Día tras día la torturaban, y solo podía descansar durante la noche.

  Europa experimentó una inmensa felicidad al escuchar su voz de nuevo, pero fue breve. Uno de los agentes huyó y activó la autodestrucción de la sede, pues ninguna investigación caería en manos de los "impuros". Una explosión resonó sobre sus cabezas, y escombros cayeron sobre ellos. Entre ellos, había una viga. Eva, sin pensarlo, empujó a Europa fuera del camino.

  Rodolfo se dio cuenta de inmediato de que la instalación estaba a punto de volar en pedazos. Intentaron sacar a Europa, pero el suelo se agrietó y los empujó lejos de ella. Europa, desesperada, quería volver al laboratorio, pero todos sus compa?eros sabían que ya no era posible. Con lágrimas en los ojos, la contuvieron, pero ella perdió los estribos y los atacó, hiriéndolos severamente. A pesar de que las heridas no eran grandes, ya que estaba agotada por todo el estrés de los últimos cinco meses, incluyendo la pelea con Eva.

  En ese momento, Eva miró a los ojos a Europa y susurró una palabra: "Gracias por todo, mamá".

  Luego, la instalación estalló. Europa entró en crisis y soltó un grito desgarrador. Sus compa?eros la abrazaron, compartiendo su dolor. Europa se desmayó ese día y durmió durante una semana. Cuando despertó, su dolor también lo había hecho. Lloró amargamente, se odiaba a sí misma por no haber podido hacer algo para salvarla. Se sintió tan miserable que deseó morir. La Europa elegante y seria que todos conocían había quedado destrozada, y lo que quedó fue una Europa profundamente deprimida.

  Los días siguientes fueron desgarradores. Europa no comía, no bebía, y mucho menos hablaba. Estaba encadenada a una cama, conectada a una intravenosa para mantenerse con vida. Física y mentalmente destruida, Europa había abandonado toda esperanza de vivir. Amabaray hizo todo lo posible, al igual que sus amigos, pero fue en vano. Fue Arturo quien, día tras día, dio todo de sí mismo para tratar de devolverle la vida a esa Europa que todos querían ver. Y parecía que lo había conseguido. Europa comenzó a recuperar poco a poco su normalidad, al punto de que ya no estaba atada a la cama. Todos estaban aliviados, o eso parecía.

  Una noche, Arturo fue al hospital de Kanghar para ver a Europa, y fue allí cuando sucedió lo peor. Una ventana se rompió por la cabeza de Europa, de la cual comenzó a brotar sangre. Pero eso no le importó en lo más mínimo. Tomó un fragmento de cristal y se cortó la mu?eca. Arturo llegó justo en ese momento, cuando Europa estaba en medio del acto. Enfurecido, le arrebató el cristal de las manos. Afortunadamente, el corte no fue profundo.

  Con el corazón desbordado de enojo, Arturo gritó a Europa mientras la curaba. Pero ella, con el mismo fervor, le respondió con la misma moneda. Entre gritos, Arturo la abrazó y le vociferó que la amaba. Le dijo que no estaba sola, que la vida es así, que duele cuando alguien cercano se va, pero que no por eso debía dejar de vivir. Esa noche, Arturo y Europa hicieron el amor, tal vez por la confesión de él y los sentimientos mutuos que nacían entre ellos. Europa buscaba escapar del dolor y la angustia que la atormentaban.

  Al día siguiente, Europa comenzó a recuperarse un poco. Fue en ese momento, después de una semana, cuando se enteró de que estaba embarazada. Ese fue el golpe final que acabó con sus deseos suicidas y la impulsó a comenzar a apreciar más la vida y a sus amigos.

  Y ahora, en el presente, Europa pensaba que, después de todos esos a?os, ya estaba muerta. Pero ahí estaba, Eva, la persona que no pudo salvar, frente a ella, a tan solo unos centímetros de distancia. El sentimiento que pensó haber enterrado surgió de nuevo, como un río desbordado.

  Europa saltó sobre el escritorio, tirando al suelo todos los accesorios, y abrazó a esa ni?a, su ni?a, su Eva... Su hija.

  —Eva, estás viva. —dijo entre sollozos.

  Europa comenzó a llorar. En sus brazos estaba de nuevo la ni?a que amaba con todo su corazón, ahora hecha toda una adulta. No lo podía creer, ?estaba viva!

  —Mamá... —respondió Eva, con la voz temblorosa.

  Candado hizo una se?a a todos para que salieran de la habitación. Una vez afuera, Candado se recostó contra la pared, mientras tomaba un diario. Curiosamente, el resto del equipo estaba también fuera.

  —?Qué pasó? —preguntó Erika.

  —Mi madre está ocupada. —respondió Candado, sin mucho interés, mientras seguía pasando las páginas de un diario.

  —?En qué? —preguntó Lucía.

  —En ser feliz.

  Dentro de la habitación, Europa y Eva seguían abrazándose, llorando juntas, y esa escena duró casi once minutos. Fue Europa quien, al final, intentó separarse. Con los pulgares, limpió las lágrimas de Eva.

  —No sabes lo feliz que estoy al verte de nuevo, Eva. Te extra?é... te he extra?ado tanto.

  —Yo te busqué, te lo juro. Pero nunca te encontré. Busqué y busqué. Cuando me recuperé, volví a nuestra vieja casa, pero ya no estaba. Te busqué, pero ya no te encontré. Pensé que ya te habías olvidado de mí.

  —Jamás lo haría. Todo el tiempo pensaba en ti, en cuántos a?os tendrías ahora. Cada vez que miraba alrededor, me acordaba de ti y del tiempo que pasamos juntas.

  Europa y Eva se abrazaron una vez más.

  Por otro lado, Candado, que esperaba detrás de la puerta leyendo el diario, estaba acompa?ado por Kolac, Anen y Hammya.

  —Siento que nuestra clienta se olvidó de la misión. —comentó Kolac.

  —?Así? —preguntó Candado desinteresadamente, sin levantar la vista del diario.

  —Cuando termine de llorar, se lo recordaré. Podrá ser conocida de mi madre, pero sigue siendo una cliente. —a?adió Candado, pasando una página más.

  —Mirou parecía estar muy feliz. —dijo el can.

  —Me alegra. ?A ti no? —respondió Hammya, enternecida.

  Candado continuaba hojeando el diario.

  —Sí, claro que sí.

  —No seas así. Tu mamá por fin la encontró y está muy contenta.

  —Ya veo. —Candado cambió de página. —?La conoces?

  —Bueno... no... —respondió Hammya, vacilante.

  —Ni yo, por lo que me cuesta simpatizar con esa emoción. —dijo Candado, sin levantar la vista.

  —Canda... —intentó decir Hammya, pero él rápidamente levantó su mano para callarla.

  —Sinceramente quiero que te calles ahora. No estoy de humor.

  Una chispa pareció encenderse en la cabeza de Hammya. Retiró la mano de Candado y le sonrió.

  —Ya lo sé, estás celoso.

  Candado la miró fijamente mientras lentamente enrollaba el diario.

  —Si me pegas...

  —?Qué? ?Qué pasa si te pego?

  —Demostrarás que tengo razón.

  Algo en la cabeza de Candado se rompió.

  —Sabes, Esmeralda.

  —?Qué?

  —Tienes toda la razón en que, si te pego, tendría que darte la razón por ello.

  —Ya ves, ya ves.

  —Pero... —Candado alzó las manos con el diario enrollado—. Eso es algo que a mí no me importa. El darle la razón a otra persona es algo que nunca afectará mi vida, así no es una perdida en realidad.

  ?PAM!

  Hammya recibió un golpe suave por parte de Candado.

  —A caray, pensé que me dolería.

  Candado desenrolló el diario y siguió leyendo. Kolac quedó algo sorprendido por lo que acababa de ver.

  —?Acaso el humano...Contuvo....Su poder para golpearla? Pude notar que Candado contuvo toda su fuerza desde el principio. Parece que esa ni?a es algo preciada para él.

  La puerta se abrió, y allí estaba Eva, apegada a Europa (en modo ni?a mimada), con una expresión de satisfacción en el rostro.

  —Puedes continuar —dijo Eva, tratando de mostrar su habitual actitud.

  Candado hizo caso omiso a la escena y enrolló el diario.

  —Empecemos.

  Candado entró a la habitación, acompa?ado por su equipo, y se sentó en su escritorio.

  —Empecemos, se?orita Eva.

  Kolac se colocó al lado de ella, mientras la ni?a no dejaba de abrazarlo.

  —Sí, pregúntame lo que quieras.

  Candado comenzó a hacer preguntas sobre la ni?a y su papel.

  —Fue Sara, Sara de Holy Truth.

  Eva explicó que Sara había comenzado a mover sus fichas en el juego. Quería crear una nación de su especie para mantener a su gente unida bajo un ideal y no bajo la supervivencia y el miedo hacia los humanos. Por eso, necesitaba regresar a su antiguo mundo. Para lograrlo, necesitaba a los luceros, ya que consistían en ocho, y para llevar a cabo su ambición, Sara necesitaba las últimas dos.

  Candado preguntó por qué había tantos luceros en la Tierra. Eva respondió que los luceros no solo traían destrucción, sino también vida. La naturaleza se diferencia del ser humano en una cosa: la misericordia de la especie. No busca extinguir, sino cazar. Después de todo, morir es parte de la naturaleza, y por ello, cuando crean un veneno, también crean la cura. El lucero que Candado tenía frente a él representaba la enfermedad mortal, mientras que la otra, que lamentablemente había muerto, era la cura. Eva también explicó que, según Sara, la naturaleza había sentido un terrible peligro acercándose al planeta, por lo cual respondió con esta maniobra, pensando que la culpa era del hombre.

  Candado miró a la ni?a.

  —Sara las necesita para un objetivo, ?verdad?

  La ni?a se ocultó parcialmente detrás de Kolac.

  —Así es. Sara no planeaba ocultárselo a los gremios ni mucho menos a usted.

  —Eso lo sé. Ella es muchas cosas, pero no una mentirosa.

  —Ni?a... —Candado suspiró y habló para sí mismo—. No tengo ganas de hablar Ikmo y mucho menos formular oraciones entendibles.

  Candado abrió un cajón, sacó un megáfono, unos auriculares y una piedra negra, que le entregó a Kolac.

  —Dile a la ni?a que hable por eso.

  Kolac explicó a la ni?a sobre la piedra, y en dos minutos, ella la tomó con ambas manos y miró a Candado, decidida.

  Candado sonrió, se puso los auriculares y habló por el megáfono.

  —Anen, ?puedes entenderme?

  La ni?a asintió con la cabeza.

  —Genial. Usa esa piedra para hablar conmigo. ?Entiendes?

  —Wu’c.

  —La piedra —dijo Candado con el megáfono.

  La ni?a miró la piedra.

  —Sí.

  —Eso es.

  —Candado, eres un genio —alabó Hammya.

  —El genio es ese chiflado —dijo Candado se?alando con el pulgar a Lucas.

  —Así es, es mi dispositivo y mi genialidad.

  Candado siguió con lo que tenía planeado y comenzó a charlar con la ni?a. El dispositivo transformaba sus palabras en el idioma Ikmo, por lo que nadie en la habitación entendía lo que decía, salvo Europa y Kolac. Al parecer, Candado mantenía una conversación amigable y dulce para agradar a Anen, y adivinen qué, lo logró. Candado era hábil para congraciarse con la peque?a ni?a. Pero no todo era color de rosa. Era obvio, por las expresiones faciales de Kolac y Europa, que Candado estaba haciendo preguntas no muy agradables para la ni?a, lo que provocaba que Kolac y Europa interrumpieran. Era una situación incómoda, pero nadie de los presentes que no entendían el Ikmo se rió, sobre todo porque nadie de ellos tenía una mentalidad de esa clase. Nadie de ellos era un ni?o normal bajo los estándares de la sociedad, al lado de Candado.

  Tras unos largos 34 minutos, Candado finalizó la conversación. Se quitó los auriculares y se puso de pie.

  —?Qué sucede? —preguntó Lucas.

  —Damas y caballeros, oficialmente tengo dos noticias: una buena y una mala. ?Cuál quieren saber?

  —Queremos saber la mala.

  —Los agentes harían lo que fuera necesario para secuestrar a esa ni?a, lo que ponía a todos nosotros en peligro de desaparecer en cualquier momento. Sin mencionar que la petición indirecta de Sara es ilegal para los gremios, ya que Rucciménkagri está involucrada en esto. Podrían encerrarnos por traición, quitarnos nuestras ciudadanías de Kangarience, multarnos, e incluso hacer que perdiéramos nuestra membresía gremial y el gremio mismo.

  Todos, salvo Hammya, sintieron el terror al ver cómo Candado daba las malas noticias con una sonrisa seria.

  —No quiero preguntar, pero alguien tiene que hacerlo… ?Y la parte buena? —preguntó Europa, con una ligera tensión en su voz.

  —Sara de Holy Truth ha comenzado a fundar la sociedad de los no humanos, y nosotros, humildemente, le ayudaremos —respondió Candado.

  —Perdón por interrumpir, pero ?qué tiene eso de bueno para nosotros? —preguntó otra voz en la sala.

  —Nada —respondió Candado, sin cambiar de expresión.

  Miró a su madre.

  —Podemos hablar de esto luego, creo que tienes las manos ocupadas.

  —?En qué? —preguntó Europa, confundida.

  —Se?orita Eva, me gustaría que pasara tiempo con mi madre ahora que la ni?a está a salvo.

  —Pero tengo que llevar a la ni?a ante Sara.

  —De eso me encargo yo —interrumpió Candado.

  Luego, Candado se dirigió al resto de los presentes.

  —Me gustaría que todos descansaran por ahora.

  —?Qué pasa con los agentes? —preguntó Hammya, preocupada.

  —Serán vigilados. Muy probablemente intentarán secuestrarlos, pero no es lo mismo cuando estoy yo involucrado.

  —?Puedo ir contigo? —preguntó Hammya.

  —No, Esmeralda. Es muy peligroso que estés a mi lado. Por ahora, estarás a salvo en mi casa con mi familia.

  —?Qué garantía hay de que eso ocurra? —inquirió la chica, desconfiada.

  —Los agentes tienen a?os de experiencia sobre lo que les puede pasar si se meten con un Barret —respondió Candado con firmeza.

  —Pero aún así...

  Candado tocó su nariz con el dedo índice.

  —Hazme caso, por favor. No me pasará nada.

  —Cuídate, hijo —dijo Europa, preocupada.

  Candado respondió ajustándose la boina mientras gui?aba el ojo izquierdo.

  —Tínbari, ya puedes salir.

  De repente, un humo negro se filtró por la ventana, y la figura de Tínbari apareció.

  —Vaya, vaya, vaya... pensé que nunca me lo pedirías —dijo, con su voz grave.

  —Cállate y llévame con Sara —ordenó Candado, impaciente.

  —?No tengo derecho a decir nada? —preguntó Tínbari, esbozando una sonrisa traviesa.

  Candado miró al resto del grupo.

  —Recuerden, si ven a un agente merodeando, no peleen solos, por favor.

  —Sí, Candado —respondieron todos al unísono.

  Tínbari se transformó nuevamente en humo, envolvió a Candado y desaparecieron de la habitación.

  —Ahí va él... —dijo Clementina, observando cómo se desvanecían.

  Antártida

  Una figura enmascarada paseaba por las tranquilas calles de Sancardia, la capital de Tanacia, el país de los Circuitos, en medio del desierto helado de la Antártida. Imposible de penetrar, ese lugar era considerado el paraíso de los circuistas y el modelo de estado que aspiraban a imponer en el mundo. Los bosques que rodeaban la ciudad eran hermosos, y su vegetación, tan exuberante, podría haber confundido a cualquiera haciéndole pensar que se encontraba en algún rincón de Europa o Asia.

  Hachipusaq tarareaba una melodía pegajosa, muy característica de la zona, llamada "El dios viste de negro", de Paul Salazar, una canción que tocó en la boda de Tánatos.

  La ciudad estaba tranquila, y aunque había muchas personas en las calles, Hachipusaq pasaba desapercibida.

  ?Cuál era su objetivo? Era claro: el triunvirato.

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