Las estrellas imposibles brillaban sobre Akira mientras se adentraba en las calles retorcidas de Umbra. Los edificios se alzaban como colosos deformes, sus ventanas brillando con luces de colores que no deberían existir. El aire mismo parecía espeso, cargado con el sabor metálico de la magia cruda.
Sus pasos resonaban en los adoquines, un sonido que parecía ser absorbido por las sombras que se movían en los callejones. La marca en su mano, donde se había cortado para el ritual, pulsaba con cada latido de su corazón, emitiendo un tenue resplandor púrpura que se intensificaba cuando pasaba cerca de ciertas estructuras.
“Perdido, ?verdad?” La voz surgió de las sombras, suave como seda podrida. “Los recién llegados siempre lo están.”
Akira se giró bruscamente. Una figura encapuchada emergió de la oscuridad, su rostro oculto bajo una máscara que parecía estar hecha de humo solidificado.
“Los Mercaderes de Información siempre estamos dispuestos a… ayudar”, continuó la figura, extendiendo una mano cubierta de escamas iridiscentes. “Por un precio justo, por supuesto.”
“No tengo nada de valor”, respondió Akira, consciente de que su traje de oficina manchado y rasgado lo marcaba claramente como un forastero.
La figura rió, un sonido como cristales rotos. “Oh, pero sí lo tienes. Los recuerdos… las experiencias… los fragmentos de tu mundo… todo tiene valor en Umbra.”
Antes de que Akira pudiera responder, una luz dorada brilló en la oscuridad, seguida por una sombra que parecía absorber la poca luz del ambiente.
“Este no te pertenece, Mercader”, la voz melodiosa provenía de la peque?a salamandra dorada que flotaba en el aire. “El Bibliotecario tiene planes para él.”
“Lux”, siseó el Mercader, retrocediendo. “Y Nyx. Debí imaginar que los guardianes ya lo habían marcado.”
La sombra junto a la salamandra dorada se condensó en una forma vagamente similar, pero hecha de oscuridad pura. “Lárgate”, ordenó Nyx, su voz como gravilla en terciopelo. “Antes de que recordemos viejas deudas.”
El Mercader se desvaneció en las sombras tan rápidamente como había aparecido, dejando solo el eco de una risa amarga.
“Gracias”, murmuró Akira, aunque no estaba seguro de si debía estar agradecido o preocupado por sus nuevos ‘protectores’.
“No nos agradezcas aún”, respondió Nyx, flotando cerca de su rostro. “No somos salvadores desinteresados.”
“Lo que mi sombrío compa?ero quiere decir”, intervino Lux, su luz dorada suavizándose, “es que nuestra ayuda tiene un propósito. Has sido elegido, Akira Nakamura. La biblioteca te ha estado observando desde antes de que realizaras el ritual.”
“?La biblioteca?” Akira frunció el ce?o. “?Qué biblioteca?”
Una campana sonó en la distancia, su sonido reverberando de forma antinatural por las calles retorcidas. Doce campanadas, cada una en un tono diferente, algunas en frecuencias que hacían doler los dientes.
“La Biblioteca de los Iniciados”, respondió Lux. “El corazón pulsante de Umbra, donde el conocimiento y el poder se entrelazan con la carne y la sangre.”
“Y donde”, a?adió Nyx, “podrías encontrar lo que necesitas para salvar a tu hermana… si sobrevives al precio que tendrás que pagar.”
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Las calles parecían moverse por voluntad propia mientras Lux y Nyx guiaban a Akira a través de la ciudad. Los edificios se retorcían y doblaban sobre sí mismos, creando arcos imposibles y pasajes que desafiaban la geometría euclidiana.
"No mires demasiado tiempo los ángulos", advirtió Lux. "Las mentes no entrenadas pueden... quebrarse."
Akira mantuvo su mirada fija en las dos entidades flotantes, ignorando las sombras que bailaban en su visión periférica y los susurros que parecían llamarlo por su nombre.
"La biblioteca acepta a muy pocos", comentó Nyx mientras atravesaban una plaza donde fuentes de líquido negro burbujeaban en patrones hipnóticos. "La mayoría muere en el intento. Otros... bueno, hay destinos peores que la muerte."
"?Por qué yo?" preguntó Akira, su voz ronca. "?Por qué me eligieron?"
Lux y Nyx intercambiaron una mirada, sus formas brillante y oscura creando momentáneamente un patrón que hizo que Akira sintiera náuseas al mirarlo.
"Por tu desesperación", respondió Nyx.
"Por tu determinación", corrigió Lux.
"Por ambas", concluyeron al unísono, sus voces resonando de una manera que hizo que el aire vibrara.
Doblaron una esquina y Akira se detuvo en seco. Ante él se alzaba una estructura que hacía que los otros edificios imposibles de Umbra parecieran mundanos en comparación.
La Biblioteca de los Iniciados se elevaba hacia el cielo estrellado como una catedral construida por un dios demente. Sus torres se retorcían como ADN cristalizado, brillando con luz propia en tonos que el ojo humano no debería poder percibir. Las ventanas parpadeaban como ojos conscientes, y las puertas... las puertas parecían estar hechas de carne petrificada, pulsando suavemente como si respiraran.
"Hermosa, ?verdad?" susurró Lux.
"Terrible", a?adió Nyx con algo parecido al orgullo.
Mientras se acercaban a la entrada, Akira notó que los escalones estaban marcados con símbolos que cambiaban cada vez que parpadeaba. Algunos parecían formar palabras en idiomas que nunca había visto, otros se retorcían en patrones que sugerían significados oscuros.
"El primer sacrificio debe hacerse en la entrada", explicó Lux. "La biblioteca necesita... probar tu compromiso."
"?Qué tipo de sacrificio?" preguntó Akira, aunque parte de él ya conocía la respuesta.
"Sangre", respondió Nyx. "Siempre es sangre. Pero no solo eso... necesita un recuerdo. Algo precioso. Algo que duela perder."
Akira pensó en Hitomi, en todas las memorias que atesoraba de su hermana. ?Podría sacrificar alguna de ellas? ?Valdría la pena perder un recuerdo feliz para obtener el poder de salvarla?
"El recuerdo se elige al azar", a?adió Lux, como si leyera sus pensamientos. "Es parte de la prueba. No sabrás qué perderás hasta que ya lo hayas perdido".
Las puertas de carne petrificada pulsaron más rápido mientras Akira subía los escalones, como si anticiparan su llegada. En el último escalón, una grieta se abrió en la piedra, revelando un peque?o cuenco tallado en cristal negro.
"Tu sangre primero", indicó Nyx. "Luego, piensa en tu hermana. En por qué estás aquí. La biblioteca hará el resto."
Akira miró la marca en su mano, aún brillando con luz púrpura. Sin duda, presionó el pulgar contra uno de los bordes afilados del cristal negro. La sangre goteó en el cuenco, y con cada gota, las puertas pulsaban más rápido.
Cerró los ojos y pensó en Hitomi. En su sonrisa. En las tardes leyendo juntos. En su risa. En las vetas negras que ahora manchaban sus ojos. En su promesa.
El dolor comenzó como un susurro en su mente, creciendo hasta convertirse en un grito silencioso. Sintió como si algo hurgar en sus recuerdos, hojeando las páginas de su memoria como un lector impaciente.
Y entonces lo sentí. Un espacio vacío. Un hueco en su mente donde antes había... algo. Algo importante. Pero ya no podía recordar qué.
Las puertas se abrieron con un sonido húmedo.
"Bienvenido", dijeron Lux y Nyx al unísono, "a la Biblioteca de los Iniciados".