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  Rishia corría con ligereza tras el gato mecánico, su risa vibrante entre los árboles mientras saltaba de rama en rama con una facilidad casi sobrehumana. Sus pies apenas tocaban el suelo antes de impulsarse nuevamente, su cuerpo moviéndose con una gracia natural, casi felina. No sabía exactamente a dónde la llevaba el peque?o autómata, pero tampoco le preocupaba.

  Seguramente es un juego… pensó con una sonrisa, convencida de que Ching había preparado algún tipo de desafío, un nuevo entrenamiento disfrazado de juego con pistas escondidas entre los árboles y acertijos por resolver.

  Pero entonces, el gato se detuvo de golpe.

  Rishia, con sus reflejos afinados, frenó en seco justo a tiempo, parpadeando con sorpresa. Miró a su alrededor.

  Solo había bosque.

  Frunció el ce?o.

  No recordaba haber estado en ese lugar antes.

  ?Dónde estoy…?

  Antes de que pudiera analizar la situación, un ruido sutil irrumpió en la quietud del bosque.

  Pasos.

  Alguien se acercaba.

  Su cuerpo reaccionó antes que su mente. Se impulsó hacia adelante con rapidez, sin tiempo para pensar.

  ?Clang!

  El sonido metálico resonó en el aire, un chasquido abrupto justo donde su cuello había estado apenas un segundo antes.

  Rishia giró la cabeza con confusión, tratando de comprender lo que acababa de ocurrir.

  Un collar metálico pendía de una cadena, sujetado por un soldado de uniforme oscuro. Su semblante era frío, calculador, sin una pizca de duda en sus ojos.

  El ce?o de Rishia se frunció más.

  Espera…

  No debería haber humanos aquí…

  —?Bravo! —una voz grave y serena interrumpió sus pensamientos.

  Rishia se giró de inmediato.

  En la penumbra, entre los árboles, se encontraba él.

  Nikola.

  Su figura parecía fundirse con la oscuridad, pero sus ojos… Sus ojos brillaban con un filo inquietante, como si diseccionaran cada uno de sus movimientos con una mezcla de admiración y algo más, algo que hizo que el estómago de Rishia se encogiera.

  —Ese esquive fue espléndido —dijo, dando un lento y calculado aplauso.

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  Rishia le sonrió con la misma inocencia de siempre.

  —?Gara me lo ense?ó!

  Nikola inclinó la cabeza levemente, su sonrisa ampliándose con un matiz casi… intrigado.

  —Ya veo… Me gusta tu estilo acrobático. Pero me gustaría verlo en acción.

  Chasqueó los dedos.

  De entre los arbustos, sombras comenzaron a moverse. Soldados. Al menos media docena emergió silenciosamente, rodeándola con la precisión de cazadores experimentados.

  El escalofrío que recorrió la espalda de Rishia fue instantáneo.

  Siempre había estado protegida. Siempre había alguien cerca para cuidarla.

  Pero ahora… algo no estaba bien.

  Rio con nerviosismo, dando un paso atrás.

  —E-Es tarde para jugar… Me voy.

  Apenas terminó de hablar, uno de los soldados se lanzó hacia ella.

  Pero Rishia reaccionó en una fracción de segundo.

  Saltó, impulsándose en el tronco de un árbol, trepando con una velocidad que dejó a los soldados momentáneamente desconcertados. Su cuerpo se movía instintivamente, ágil y preciso, fluyendo entre las ramas con la naturalidad de alguien que había crecido en el bosque.

  Nikola, desde abajo, la observaba con una fascinación casi extasiada.

  —Es perfecta… —susurró, una sonrisa oscura curvando sus labios.

  Uno de los soldados se acercó a él.

  —Mayor, si vamos a capturarla, debemos darnos prisa.

  Nikola no apartó la vista de Rishia.

  —Esa gracia… esa velocidad… sería una gran soldado.

  Los soldados intercambiaron miradas, pero no dijeron nada.

  La persecución había comenzado.

  Rishia saltaba entre los árboles, esquivando manos que intentaban sujetarla, sus movimientos aún fluidos… pero ya no era un juego. No disfrutaba la emoción de correr.

  No le gustaba la sensación de ser perseguida.

  Entonces, de pronto, el bosque se abrió a un claro.

  Bajó al suelo, respirando hondo, cuando un sonido desconocido perforó la noche.

  ?BANG!

  El eco del disparo la hizo estremecerse.

  Rishia giró la cabeza rápidamente.

  A unos metros, Nikola sostenía un revólver, el ca?ón aún humeante.

  Su mirada era intensa, expectante.

  Ella parpadeó, confundida.

  —?Eso es para fuegos artificiales?

  Nikola negó lentamente, su sonrisa helada.

  —No… es para probar algo.

  Apuntó de nuevo.

  —Quiero ver si puedes esquivar una bala.

  Rishia ladeó la cabeza, sin entender.

  —?Qué es una bala?

  Nikola suspiró con paciencia.

  —Lo que saldrá del ca?ón de esta arma.

  Su dedo se deslizó sobre el gatillo con parsimonia.

  —Si lo haces bien, tendrás un premio.

  Rishia sintió que algo no estaba bien… pero si era entrenamiento, entonces no había problema.

  Asintió con la cabeza.

  Nikola no dudó.

  Jaló el gatillo.

  ?BANG!

  El estruendo la sobresaltó.

  Pero su cuerpo reaccionó.

  Por puro instinto, se movió a la izquierda.

  La bala pasó rozando su hombro.

  El ardor fue instantáneo, pero no llegó a ser doloroso.

  No tuvo tiempo de pensar en ello.

  Antes de que pudiera reaccionar, unas manos fuertes la sujetaron desde atrás.

  Un soldado la derribó con brusquedad, inmovilizándola contra el suelo.

  Un chasquido metálico.

  Esposas.

  Rishia forcejeó.

  —?Oye! ?No es divertido!

  Nikola se acercó, su mirada escrutadora.

  —Ese es el punto.

  Se inclinó levemente, observando su rostro con detenimiento.

  —?No estás molesta?

  Rishia parpadeó.

  —Un poco.

  Nikola frunció el ce?o.

  —No lo parece.

  Chasqueó la lengua.

  —Bueno… eso lo arreglaré después.

  A la distancia, el sonido de un motor rompió el silencio del bosque.

  Un camión emergió de entre los árboles, sus faros iluminando la escena con una luz fría y artificial.

  Los soldados la levantaron sin esfuerzo, cargándola hasta la parte trasera del vehículo.

  Rishia forcejeó de nuevo, su respiración acelerándose.

  —?Déjenme salir!

  Por primera vez en su vida, sintió miedo de verdad.

  No podía correr.

  No podía escapar.

  Y lo peor de todo…

  Ching no estaba allí.

  Gara no estaba allí.

  Melty no estaba allí.

  Siempre que se sentía así… ellas aparecían.

  Siempre la protegían.

  Pero esta vez…

  Esta vez, no estaban.

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