home

search

Instinto

  Rishia se acurrucó en una esquina del camión, su peque?o cuerpo encogido en un intento inútil de encontrar seguridad en la fría superficie metálica. No temblaba por el frío, sino por algo mucho peor. Su respiración era errática, sus pensamientos caóticos.

  Por primera vez en su vida, entendía lo que significaba estar aterrorizada.

  El camión se sacudía bajo ella, avanzando a través de un camino desconocido. El rugido monótono del motor llenaba el aire, pero no era suficiente para ahogar el latido frenético de su corazón.

  Y entonces, con un chirrido agudo, el vehículo se detuvo.

  Las puertas traseras se abrieron de golpe, dejando entrar una luz cegadora que la obligó a entrecerrar los ojos. No tuvo tiempo de reaccionar antes de que unas manos ásperas la sujetaran con fuerza, tirando de sus brazos como si fuera poco más que un objeto inanimado.

  Intentó resistirse, pero el agarre era firme, implacable.

  Las botas de los soldados resonaban con un eco inquietante contra el suelo pulido mientras la arrastraban hacia el interior de un edificio colosal. Rishia levantó la mirada, pero el tama?o de la estructura se perdía en la inmensidad del techo.

  Lo primero que notó fue lo limpio que estaba todo.

  Demasiado limpio.

  Las paredes blancas relucían sin una sola imperfección, el suelo reflejaba las luces del techo con un brillo artificial. No había polvo, ni marcas de desgaste, ni rastros de vida.

  El lugar tenía una frialdad mecánica que le erizaba la piel.

  Algo en su interior le decía que este no era un sitio del que pudiera salir fácilmente.

  La hicieron caminar por pasillos interminables, cada uno idéntico al anterior. La monotonía del entorno la desorientaba, como si estuviera atrapada en un laberinto sin salida.

  Finalmente, la empujaron dentro de una peque?a habitación de paredes grises.

  No había nada en su interior, salvo una mesa metálica y dos sillas.

  Las esposas en sus mu?ecas tintinearon cuando intentó moverse. Su respiración era apenas un susurro en el silencio abrumador.

  El sonido de la puerta abriéndose la hizo sobresaltarse.

  Al otro lado, avanzando con una calma perturbadora, estaba Nikola.

  El hombre entró sin prisa, quitándose la gorra y dejándola con cuidado sobre la mesa. Su expresión era inescrutable, pero el ligero suspiro que dejó escapar daba la impresión de que estaba cansado.

  —Serías una excelente adquisición para el ejército humano —dijo con una tranquilidad escalofriante.

  This story originates from a different website. Ensure the author gets the support they deserve by reading it there.

  Rishia frunció el ce?o.

  —No quiero eso.

  Nikola no reaccionó de inmediato. En lugar de enfadarse, se agachó hasta quedar a su altura, observándola con una intensidad que le revolvió el estómago.

  —?Estás molesta? —preguntó, su tono suave, casi… curioso.

  Rishia asintió, sintiendo un nudo en la garganta.

  —?Claro que sí! ?Quiero estar con Ching, Gara y Melty!

  El nombre de sus aamigasy de su madre adoptiva salió de sus labios como un ancla, una súplica muda.

  Pero la reacción de Nikola fue inesperada.

  Su ce?o se frunció levemente, como si algo en sus palabras le disgustara profundamente.

  Y entonces, sin previo aviso, su mano se cerró sobre el rostro de Rishia con una brutalidad que la hizo jadear.

  Sus dedos eran fríos, su agarre férreo, obligándola a mirarlo directamente a los ojos.

  —Entonces dime… —susurró, con una suavidad venenosa— si realmente estás molesta… si realmente quieres volver…

  Su mirada se oscureció.

  —?Por qué no intentas matarme?

  Rishia parpadeó, aturdida.

  —?Qué…?

  —Si en verdad me odias —continuó, su voz goteando una paciencia artificial—, si de verdad quieres regresar con ellas… ?por qué no me atacas?

  El escalofrío que recorrió su cuerpo fue inmediato.

  —Nunca haría eso —susurró, sintiendo que la presión de sus dedos aumentaba ligeramente.

  Nikola chasqueó la lengua, irritado.

  Y entonces—

  La golpeó.

  El impacto fue seco, brutal.

  Rishia sintió cómo su mejilla ardía al instante, el dolor explotando en su piel mientras caía al suelo, aturdida.

  Sus manos esposadas no lograron amortiguar la caída.

  El mundo pareció tambalearse a su alrededor.

  Por un momento, no pudo hacer nada más que quedarse allí, con los ojos abiertos de par en par, su respiración entrecortada.

  Nunca…

  Nunca la habían golpeado así.

  Sí, se había caído antes. Sí, Gara a veces la golpeaba en los entrenamientos, pero siempre con cuidado. Siempre se disculpaba después.

  Esto no era lo mismo.

  No era un accidente.

  No era un error.

  Era odio.

  Era intención.

  Cuando finalmente logró levantar la vista, encontró la mirada fría de Nikola observándola con desaprobación.

  —Te están arruinando —dijo con frialdad.

  Rishia sintió su corazón encogerse.

  —?Qué… qué quieres decir?

  Nikola sonrió, una curva leve en sus labios, sin un atisbo de calidez.

  —Los humanos tenemos algo dentro de nosotros —susurró, poniéndose de pie con un movimiento fluido—. Un instinto asesino.

  Se giró para mirarla, sus ojos afilados como cuchillas.

  —Un instinto que se activa cuando deseamos poder. Cuando queremos algo con desesperación. Cuando estamos furiosos.

  Se inclinó hacia ella, su presencia invadiendo todo su espacio.

  —Todos lo tenemos —susurró—. Y cuando sale… ya no hay vuelta atrás.

  Rishia tragó saliva con dificultad.

  —Yo… no quiero eso.

  Nikola la observó por un momento, antes de negar con la cabeza, como si hablara con una ni?a testaruda que no entendía la lección más básica.

  —Tienes todo lo necesario para ser una gran soldado. No sé cómo lograste esquivar una bala… pero sin ese instinto, nunca serás realmente fuerte.

  Se agachó una vez más, su rostro peligrosamente cerca del de ella.

  Sus ojos brillaban con una emoción oscura.

  —Así que haré que lo desarrolles.

  Rishia sintió cómo el miedo la paralizaba.

  Su estómago se hundió en un abismo de terror.

  —?Q-qué me vas a hacer…?

  Nikola sonrió.

  Una sonrisa de satisfacción.

  Una sonrisa como si esto fuera su mejor entretenimiento.

  —Te haré sufrir psicológicamente hasta que tu instinto salga. Hasta que me odies tanto que quieras matarme.

  Rishia sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

  Esto no era una broma.

  No era una amenaza vacía.

  Lo decía en serio.

  Sus labios temblaron.

  —Eso es cruel… —susurró, sintiendo cómo el pánico crecía dentro de ella.

  Nikola rio, bajo y divertido.

  —Así son los humanos.

  Se inclinó aún más, hasta que su aliento rozó su oído.

  —Y así serás tú.

Recommended Popular Novels