—Vaya, mira lo que nos trajo el viajero... —comentó el que parecía el líder, en un aire frívolo y despreocupado—. Creo que no escuché bien, ?tenemos un Arnoldo aquí? Permíteme presentarme, me llamo Harrou y mis colegas son Vincent y Murdock. Somos un creciente grupo llamado “Los Perros Rabiosos” igualmente somos mercenarios, pero independientes; quizás has escuchado de nosotros.
Harrou era un fornido hombre de piel cobriza y cabeza rasurada cubierta con un sombrero vaquero negro. De sus rasgos gruesos mostraba una barba de media sombra y sus ojos fueron remplazados por un visor rojo palpitante. Sus brazos fueron remplazados por un par de implantes, pintados del color de su piel. Llevaba un peto aprueba de balas con un par de hombreras, junto con pantalones de verde militar ajustados por un cinturón táctico, donde descansaban un revolver enfundado y una maza con pinchos.
—La verdad no ?tienes licencia para ejercer? —Drake inclinó el rostro por encima del hombro, sin ganas de medir conversación.
—?Acaso importa, Arnoldo? —Soltó Harrou una leve risotada entre dientes, ocultando que se sintió insultado por esa contestación—. Si mis patrones liberaron este pueblo, puedo hacer lo que quiera. ?verdad, chicos? —Los dos mercenarios afirmaron al unísono de forma animosa, llamando la atención del guardián, quien los analizó de forma rápida:
El segundo mercenario era Vincent, cuyo ojo derecho había sido reemplazado por un enrojecido implante artificial. Esbelto pero musculoso, su cuerpo estaba marcado por cicatrices de conflictos pasados en el árido páramo.
Vestía una chaqueta de cuero gastada, adornada con insignias de sus haza?as bélicas, y unos pantalones ajustados con una pistola en su funda. Llevaba piezas de armadura ligera y botas con punta de casquillo, priorizando la movilidad sobre la protección. Sus brazos mecanizados, abollados y te?idos del color de su piel pálida, mostraban signos de combates pasados.
Murdock, con su cara marcada por grotescos granos rojizos en un rostro de rasgos gélidos, parecía una criatura surgida del caos del desierto. Su piel áspera y curtida por el sol estaba salpicada de protuberancias. Iba sin camisa, revelando líneas de ensamblado que mostraban su cuerpo modificado como ciborg, con rayones platinados por el desgaste.
Vestía pantalones de camuflaje y botas negras con agujetas, y llevaba un cinturón táctico con un revólver. Sus brazos mecánicos, implantes cibernéticos adornados con ara?azos y quemaduras de batallas pasadas, eran testigos de su brutalidad y determinación. Tenía implantes ópticos circulares de visión infrarroja y una mandíbula inferior de hierro.
—El usar Arnoldo como forma despectiva a los guardianes, es tan quemado que perdió la gracia hace mucho tiempo —informó Drake
—No puedes olvidar las raíces de tu segundo fundador, —dijo Harrou sonriente—, el apóstol que traicionó al Viajero. No soy de la religión de los Templarios, pero una lacra así se repudia donde sea, y no se puede esperar mucho de sus seguidores.
—?Y qué tiene si soy un guardián? ?Habría algún problema? Nosotros seguimos al primero más que el segundo —Drake no se molestó en pararse de la silla—. Solo quiero hacer mi trabajo. Nada más, ni nada menos.
—Ustedes los Arnoldos creen que pueden llegar y llevarse nuestra caza. Hemos estado planeando este golpe por bastantes días, como para que nos la roben —dijo Harrou con desdén, descargando un rencor sobre aquel que veía como la fuente de su falta de oportunidades laborales.
—Mucha palabrería y no sé a dónde quieres llegar ?Qué? ?Van a apalearme por tener buenas referencias? —Drake cruzó sus brazos atrás de la nuca, no estaba ni por asomo asustado.
—Claro que no, eso sería ridículo, no somos unos muertos de hambre —Reveló Harrou, por un segundo se olió el atisbo de que todo era un juego.
—Ah, perfecto.
Drake levantó el vaso en se?al de paz. No tendría que mancharse las manos, anhelo que se rompió al ver como Harrou sacaba de su chaqueta un cubo metálico y ornamentado que cabía en la palma de su mano.
—Espera y verás.
—?Para qué me ense?as tu cubo comunicador? —dijo Drake con una papa entre los dientes—. Si quieres darme tu código, déjame decirte que no estoy interesado, a mí me van más las chicas guapas.
Lo colocó en la mesa, y al abrir una puerta peque?a, desplegó un teclado que, al oprimir una secuencia de botones, la cara superior se abrió desplegando un holograma azulado que desplegó la imagen de dos volantes de se busca.
—Las noticias y trabajos corren rápido cuando tienes contactos. —Harrou apuntó a la proyección.
El rostro sereno de Drake se extinguió, sudando a mares y por poco se cayó la quijada al suelo por ver las imágenes representadas: Drake Réquiem, recompensa veinte mil coronas doradas. Lo dibujaron con la parodia de un yelmo ornamentado, grotescamente deformado con fauces cerradas. Lance Fudo, recompensa cincuenta mil coronas doradas, plasmado con un costal negro en la cabeza del que se veían dos orificios por ojos.
—??Fue un puto mal entendido en las carreras de caballos!! Pagué la mala apuesta de ese anormal, no tiene sentido de que pusieran recompensa por nuestras cabezas —bramó Drake enfurecido e indignado. Dio un profundo trago a su bebida para calmarse y vio de nuevo los volantes—: ?Cómo ese ludópata cabeza de forro vale más que yo?
—Tu amiguito se acostó con la esposa del alcalde, y saltó por la ventana con la verga de fuera —respondió Murdock aguantándose la risa—, las fotos me perturbaron ?Quién mierda coge con la ropa y mascara puesta? Eso sí que es fetichista.
??Ah, tenía que ser! Como siempre, ese imbécil metiendo la verga donde no debe y me termina envolviendo para limpiar sus cagadas. Parece más hijo de mi padre que yo?, pensó Drake con los nervios encima, ideando como saldría de esa situación.
—Hay que ser bastante enfermo para cornear a un tipo con poder y un sombrero vaquero a cargo de juegos de azar. —Vincent con su mano mecánica apretó el hombro de Drake, con una fuerza lo suficiente para romper un hueso, apenas causando una leve molestia—. ?Uy! ?Qué tenemos aquí? ?Una hombrera bastante pesada! Creo que hasta sentí la base de un pincho. Si que les pagan bien a ustedes los Trisarianos, sería lindo ver esa coraza… a lo mejor me queda bien.
—No sabes lo que estás diciendo, tecno-barbaro. —Drake se levantó de golpe y apartó de un manotazo el agarre del implante mecánico.
—?Tranquilo, colega! —Vincent se sentía confiado, al ser mitad maquina se veía capaz de manejar a un mutado—. No queremos rayar esa bonita armadura que te cargas. Sabes sería interesante saber ?Qué mejora es superior? ?la genética o la mecánica? Tecnomantes y biomantes se siguen matando por saberlo.
—Te doy dos alternativas y será mejor que escojas bien. No importa la clase de mutante que seas, no serás el primero que despachamos —continuó Harrou tras apagar su dispositivo, y devolverlo a su chaqueta—, nos llevas con tu cómplice y sales vivo o nos pondremos creativos con tu culo ?entendiste?
—?Qué te dije sobre las chicas guapas? —Drake contuvo una carcajada burlándose por un instante el mal trago de los afiches—: yo respeto, pero cada quien sus gustos.
El rostro de Harrou se encendió de rabia y vergüenza al darse cuenta de lo que acababa de decir. Ese sentimiento se intensificó con las carcajadas de sus compa?eros, que callaron de inmediato ante la mirada hostil de su jefe.
—Por tu apariencia, parecía que no te habías despegado de la teta de tu madre... o la verga de tu padre —espetó burlón Murdock, sujetando su mu?equera derecha; una se?al de alerta para el guardián
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—?Buena esa! —Alabó Vicent al chocar la mano con su complacido amigo, el cual se sentía como el rey del mundo por unos segundos.
A comparación del imponente tama?o de Harrou, el guardián medía un metro ochenta. Las provocaciones, lejos de romper su temple, solo hicieron que esbozara una sonrisa espeluznante, que poco a poco se transformó en una risotada burlesca, irritando a los mercenarios, quienes desenfundaron pistolas apuntando al guardián.
—Chicos, lo que vayan hacer… por favor háganlo afuera, de lo contrario vendrá la guardia. —Sugirió el tabernero levantado las manos.
Drake miró a su alrededor, percatándose de que varias personas se retiraban sigilosamente del establecimiento, mientras que otros permanecían expectantes ante lo que estaba por suceder. El cantinero se ocultaba agazapado detrás del mostrador, sumiéndose en un corto y afilado silencio.
—Miren, no quiero da?o colateral innecesario. —La propuesta de Drake tomó por sorpresa a los mercenarios—. Vamos a resolver esto en el patio trasero, en una zona apartada de los pesebres no hay nadie. ?Nos permite, se?or tabernero?
—G-gracias —espetó el tabernero.
—Bien, vamos afuera. —Harrou ordenó a su pandilla enfundar las armas.
—Que así sea. —Con esas palabras, Drake se ajustó la indumentaria, cubriendo por completo su rostro.
Salieron por la puerta trasera, adentrándose en el amplio patio, rodeado de vehículos. Tomaron distancia dándose la espalda, ante las atentas miradas de civiles asomados desde las ventanas del local y edificios vecinos; asegurándose de cubrirse cuando comenzasen los disparos. Colocaron el cubo de Harrou en el centro, del que se manifestaba el holograma del conteo de cien segundos en retroceso, al alcanzar el cero ambos combatientes atacarían.
—?Están seguros que quieren hacer esto? —Advirtió Drake por última vez, sin mostrar ningún signo de temor—. A mí no me gusta jugar ni contenerme.
—No somos meros humanos, engendro. —Harrou posó la mano por encima de su pistola enfundado, confiado de sus mejoras cibernéticas al igual que sus aliados—. Escuché que tu padre era el pistolero, vaya que será una cruel ironía que su único hijo muera en un duelo. ?Qué pasa? ?no sacarás tu báculo mágico o espada?
—No digan que no les advertí —Soltó el guardián con un suspiro.
Los mercenarios desenfundaron y abrieron fuego sin vacilar, sus disparos resonando en el aire antes de que el conteo llegara al segundo diez. Como si hubiera previsto cada movimiento, el guardián levantó los brazos con precisión fría, ocultando su rostro tras los brazaletes carmesí que sobresalían de su capa.
Las balas, en su mayoría esquivadas con velocidad inhumana, impactaban sin efecto alguno en los brazaletes, que absorbían los proyectiles como si se hundieran en una superficie líquida. Una tras otra, las municiones se desvanecían sin causar da?o, hasta que finalmente el sonido seco de los cargadores vacíos llenó el silencio.
De los guanteletes surgieron gruesas cadenas vivientes enrojecidas que sorprendieron a los mercenarios. Estas construcciones simbióticas impactaron con precisión en los puntos de presión de sus cuerpos, derribándolos al suelo y haciendo que sus armas volaran de sus manos.
La taberna y las calles resonaron con gritos de horror y asombro. Aquellos que no huyeron al estallar las balas sacaban fotografías y grababan videos con sus cubos.
—?Todavía quieren seguir? Parece que no se me dan mal los duelos después de todo. —Pronunció con una falsa modestia—. No los dejé tan magullados, intenten otra cosa y prometo que será lo último que hagan.
La voz del guardián resonó con temple de acero, frente a los mercenarios que se retorcían de dolor, tratando de levantarse inútilmente. Harruo, tambaleándose, cayó de rodillas y escupió dos muelas de su boca ensangrentada. Un alarido de dolor y furia resonó mientras su implante de brazo desplegaba un ca?ón anti tanques, apuntando directamente al guardián, que ya lo esperaba en posición de combate.
El conflicto se detuvo en seco cuando, desde el camino que conducía a la calle, surgieron diez guardias de élite, expertos en enfrentar mutados. Se movieron con precisión letal, rodeando la escena en cuestión de segundos. Sus rifles de alto calibre, equipados con punteros láser, se enfocaron en las cabezas y extremidades de Drake y Harruo, quien sonrió aliviado al retraer su ca?ón, colocándose de rodillas y con las manos atrás de la nuca.
—Danos una razón para no volarles los sesos aquí mismo.
El líder del grupo se dirigió al guerrero carmesí con una voz que retumbaba a través de un megáfono. Su tono era firme, sin un ápice de vacilación, mientras apuntaba su arma hacia la cabeza del joven. Drake se arrodilló con seriedad, con las manos colocadas detrás de la nuca, mientras hablaba en un tono firme pero respetuoso.
—?Soy un guardián y vengo por el trabajo para matar a la quimera! —Los nervios de Drake se filtraban en su voz. Sabía que estos no eran soldados con los que pudiera jugar.—. Tengo una identificación que es prueba de ello. Estos tipos trataron de matarme, y me tuve que defender.
—?Cállate, escoria! ?Tú nos acompa?arás! —Lo interrumpió el soldado, haciendo una se?a para que se levantarán a todos.
El grupo de mercenarios, exhausto y tambaleándose, fue escoltado hasta las afueras de Palistra. Harruo y sus hombres apenas podían mantenerse en pie, apoyándose en los robustos brazos de un par de guardias que los ayudaban a avanzar. Un rifle de alto calibre apuntaba constantemente a la espalda del guardián que lideraba la escolta, y este, visiblemente irritado, fruncía el ce?o, su paciencia puesta a prueba por la constante amenaza que sentía a sus espaldas. La tensión en el aire era palpable, mientras los murmullos de los mercenarios y los murmullos de los guardias se mezclaban en una sinfonía de nervios y desconfianza.
?Otra experiencia que debo suprimir del curriculum?, en el trayecto, Drake se sumió en sus pensamientos, reflexionando sobre algunas de sus experiencias con los otros regímenes teocráticos.
—Parece que no es tu primer rodeo —dijo uno de los soldados que lo escoltaban.
—Me han agredido extremistas Templarios, incluso cuando eran mis empleadores —Drake reveló con el rostro inclinado sobre el hombro.
—Esos son bastante nefastos —contestó el soldado—, por cualquier cosa ya dicen que es un insulto a su dios cadáver.
?Casi tanto como los que me están apuntando, la única diferencia es que ustedes prefieren que no exista ninguna religión, a menos que se unan a su alianza política?, Drake aguantó las ganas de soltarlo en voz alta.
Finalmente llegaron a un campamento militar no muy lejos del pueblo. El lugar estaba rodeado de varias tiendas de campa?a organizadas en filas ordenadas, cada una marcada con símbolos y números específicos. Alrededor del perímetro, había torres de vigilancia improvisadas y barricadas de metal.
Un tanque de guerra, pintado con un camuflaje digital, estaba estacionado cerca del centro del campamento. Varias escuadras de soldados llevaban provisiones y armas a diferentes áreas. Lo que más llamó la atención de Drake fueron los droides flotantes en forma de esfera que patrullaban el área. Estos seres robóticos, equipados con fusiles de asalto integrados, emitían un zumbido bajo mientras se movían, escaneando constantemente a los presentes.
A medida que los soldados que lo escoltaban se acercaban a la entrada del campamento, uno de los droides flotantes se acercó y emitió un rayo de luz azul que escaneó a cada uno de ellos. Al reconocer sus identidades, la maquina emitió un pitido y sus luces cambiaron de rojo a verde, indicando la autorización de acceso. El dirigente de la escolta levantó la mano en un saludo casi automático hacia el droide y dijo:
—Traemos a un guardián para el contrato de la quimera.
El droide flotante emitió un sonido de confirmación y se elevó nuevamente, permitiéndoles el paso. Un pu?ado de soldados recibieron al grupo de Perros rabiosos, encaminándolos a una de las carpas médicas, dejando a Drake como el único prisionero de los guardias de elite.
Drake no divisó ninguna bandera de los tres territorios que conformaban la alianza del Libre pensamiento, solo el estandarte con el blasón del conjunto: un fondo azul oscuro, con un engranaje plateado en el centro.
—?De qué parte del Libre Pensamiento son ustedes? El que sea el Grishlavo más hablado en el continente no ayuda a identificar patrones. —Drake no podía reconocer el acento de los soldados debido al dispositivo en sus cascos, que convertía sus voces en un tono mecánico.
—El pertenecer a una alianza nos vuelve una sola nación. Si a uno lo atacan, todos vamos a entrarle —contestó el guardia—. ?Por qué el interés?
—Curiosidad, dos de mis mejores amigos son de Nyashta y Bohemia. —En la cabeza de Drake aparecieron los rostros de Lance y Alice—. Ilústrame, ?Cuál fue la excusa esta vez de la invasión? Creía que Utopolis tenía una relación de no al fuego con Santus. He escuchado algunas cosas, que los Cruz se metieron donde no debían.
—La casa Cruz que gobierna la frontera entre Santus y Utopolis estuvo financiando en secreto a rebeldes que saquearon las minas de cristal en Nyashta, lo que retrasó el avance de proyectos de innovación en nuestras industrias. —El soldado limitó la información, dando un contexto que no tardaría en expandirse—. Por lo que respondimos. Estamos saqueando sus propias tierras en lo que dure esta incursión, hasta que el Archivo o el resto de Santus nos vengan a sacar; estos últimos lo dudo, como has de saber están teniendo plagas de monstruos en todo el país y la verdad no nos interesa avanzar fuera de los dominios de estos nobles.
? Un punto negativo por ser un territorio con hechiceros de la torre del reloj a la cabeza del territorio. Los cristales en abundancia pueden atraer monstruos y ni se digan sus experimentos que suelen escapar.
—He estado viajando por mi grupo limpiando poblados de necrófagos durante varios meses. —Drake afirmó la moción—. También la energía liberada de los conflictos bélicos incrementa la aparición de minas de cristales.
—Lo que atrae monstruos y la creación de seres de tu clase que se encargaran de los mismos. —La fría afirmación del soldado hizo que el semblante de Drake se oscureciera.
—No te preocupes, pronto se acabará —dijo el guardia—, Santus y Utopolis ya deben estar firmando el tratado de paz. No ha sido una invasión muy complicada, tal parece que la Torre del reloj no les molesta que esa familia noble pierda poder; que yo sepa eran opositores de que se revocara la esclavitud en este país y la iglesia de los Templarios perdiera influencia política.
?Y las Torres del reloj de cada país responden al Archivo?, concluyó Drake.