Drake llegó a un pasillo oscuro y angosto que parecía extenderse interminablemente en la penumbra. Debido a sus mutaciones podía ver perfectamente en la oscuridad. Las paredes de concreto estaban cubiertas de musgo y manchas de humedad, recordatorios de un pasado lejano y olvidado.
Lo primero que encontraron fueron esqueletos. Aún vestían lo que alguna vez fueron armaduras, tanto del Libre Pensamiento como de los Templarios, ahora oxidadas y deterioradas por el tiempo. Entre los restos también había cuerpos en análisis, con vestimenta civil. El ambiente estaba cargado de un olor rancio, mezcla de humedad y muerte antigua.
Había cuerpos pulverizados y desgarrados, lo que sugerencia que habían sido víctimas de enormes garras, pertenecientes a una bestia muy poderosa. Las marcas de las garras en las paredes y el suelo corroboraban esta teoría. El suelo, cubierto de polvo y escombros, estaba salpicado de sangre seca que formaba grotescas manchas oscuras.
El techo, sorprendentemente alto. Desde las vigas colgaban cables sueltos y restos de equipo militar destrozado. Las luces de emergencia, ahora inoperantes, colgaban de sus soportes, proyectando sombras inquietantes en las paredes. A lo largo del pasillo, cajas de municiones vacías y armas rotas se amontonaban en los rincones, testigos silenciosos de una batalla feroz que había tenido lugar mucho tiempo atrás.
El ambiente era opresivo, cargado de una sensación de peligro latente. Drake avanzó con cautela, cada paso resonando en el silencio sepulcral del búnker militar abandonado, sus sentidos alerta a cualquier indicio de movimiento en la oscuridad circundante.
Al caminar por el pasillo, Drake se encontró con dos caminos diferentes y, en el centro, había un mural impresionante que lo detuvo en seco.
El mural, a pesar de los estragos del tiempo, conservaba una magnificencia que atrapaba la mirada de cualquiera que lo contemplara. En él, se representaban siete figuras imponentes, todas vestidas con armaduras resplandecientes y túnicas ceremoniales. Cada una emanaba un aura de poder y santidad.
En el centro del mural, una figura destacaba por encima de las demás. Este personaje sostenía con reverencia el cuerpo de un encapuchado, del cual emanaban líneas etéreas y luminosas. Estas líneas ascendían y se transformaban en la figura de un hombre sin facciones, pero con una musculatura perfecta. La figura gigante apuntaba al cielo con una mano poderosa, una manifestación de pura divinidad.
El cielo en el mural estaba repleto de una bruma espesa, de la cual descendía una ciudad ominosa gobernada por horrores indescriptibles. Torres retorcidas y estructuras imposibles se vislumbraban entre la neblina, sugiriendo un dominio de pesadilla y corrupción.
En la cima del mural, cuatro titanes ensombrecidos observaban la escena con una presencia abrumadora. Cada uno tenía la cabeza de un dragón, coronas majestuosas sobre sus frentes y cuatro alas angelicales extendidas en una postura de imponente poder. Tres de los titanes eran figuras masculinas, mientras que uno era una figura femenina, todos emanando un aire de autoridad y divinidad corrupta.
Debajo de la escena central, una inscripción dictaba solemnemente: "A?o cien desde la llegada del Viajero. La ascensión a la ciudad de los dioses y la expulsión de los paganos."
Drake observó el mural con detenimiento, cada detalle y matiz revelando una historia de fe, poder y conflicto. La obra no solo era un testimonio de la devoción religiosa, sino también un reflejo de la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, lo divino y lo profano.
—Qué raro, ?no se supone que son seis apóstoles y no siete? Debe ser un error —dijo Drake al pasar la mano sobre el relieve, luego se detuvo frente a las figuras divinas, centrando su atención en la figura femenina—. Esa debe ser la diosa de muchas tetas.
Bajo los escombros de dicho mural encontró una pila de escombros, del que descubrió un objeto brillante. Al explorarlo, descubrió una sucia capa rota sobre los restos de un torso destrozado, del que emergían intestinos y ratas atemorizadas.
En dicho manto descubrió el dorado broche dorado con el símbolo de una pluma del búho, era de un graduado de alguna escuela de magia de Santus. Al abrir el broche mostró la foto de un sonriente joven de rostro pecoso y cabello negro con el sombrero de copa tumbado hacia atrás. A su lado lo abrazaba una mujer de avanzada edad, que se mostraba orgullosa y de ojos enrojecidos con lagrimas de felicidad.
—”Dedico mi graduación como hechicero a mi querida madre y a toda mi familia. Nunca lo hubiera logrado sin ustedes. Atentamente: James Harrison.” —Drake leyó el grabado al lado de la foto, y negó con la cabeza, en un profundo suspiro—. Merecías algo mejor, ni?o. Que el Dio que creas te tenga en su regaso, y espero que notificaran a tu familia.
De repente, empezó a escuchar pisadas abominables que venían de la derecha. Rápidamente corrió hacia la izquierda y llegó a una amplia cámara en la que había un altar dedicado a la espada sagrada. A su alrededor, cajas con suministros echados a perder y munición oxidada llenaban el espacio, testigos silenciosos del abandono y el paso del tiempo.
El aire estaba cargado de un olor rancio, mezcla de metal corroído y decadencia. En el centro del pasillo, una marca tallada con un cincel mostraba un círculo con el símbolo de la espada sagrada. Drake pasó su mano sobre la marca, reconociendo inmediatamente que era la runa del Viajero. El área estaba rodeada de costillares ensangrentados y manchas de sangre seca, un macabro testimonio del ritual de invocación que había tenido lugar allí.
Entre las pilas de huesos Drake descubrió el sombrero Harrou ensangrentado, una muestra del destino funesto que los esperó en el bunker. Al escuchar de nuevo las pesadas pisadas, Drake preparó la espada, empu?ándola con ambas manos mientras se escondía tras el altar, en alerta.
El estruendo resonaba ominosamente, acercándose cada vez más y anunciando la llegada de un peligro desde las profundidades del búnker abandonado. Borbotones de saliva caían al suelo, mezclados con los gru?idos de la criatura, creando una sinfonía oscura que reverberaba en la penumbra. Drake vislumbró a la quimera emerger del umbral:
Su piel púrpura, marcada por cicatrices y venas oscuras, reflejaba la luz con un brillo aceitoso. Las cuatro patas de garras afiladas entre felino y reptil. La cabeza, una fusión de león, mostraba mandíbulas segmentadas con prominentes colmillos goteantes de una sustancia verdosa. Su melena rojiza, mezcla de escamas y filamentos, crujía al moverse. Dos cuernos curvados hacia adelante, y enormes ojos negros de iris carmesí. De su espalda surgían alas angelicales, una de ellas rota. La cola, segmentada y terminada en una punta de lanza, rezumaba un líquido corrosivo.
La criatura inhaló profundamente, soltando un vapor hediondo por sus fosas nasales. Drake notó algo inquietante: los cuernos de la bestia temblaban, y un escalofrío recorrió su espalda al comprender que en realidad eran antenas con sensores psíquicos, capaces de rastrear ondas cerebrales.
La cola, que hasta entonces se movía con aparente desinterés, se detuvo de repente y apuntó directamente hacia el escondite de Drake. Sus ojos se abrieron de golpe cuando la criatura se lanzó en una embestida feroz, destrozando el altar con una cornada devastadora. El guardián, sin tiempo que perder, saltó ágilmente y rodó por el suelo, alargando la distancia entre él y la bestia. Su corazón golpeaba frenéticamente en su pecho mientras se enfrentaba a una realidad que no coincidía en nada con lo descrito en el informe.
??Qué mierda estaban pensando esos biomantes cuando la crearon??, murmuró Drake mientras un atisbo de miedo se asentaba en su pecho.
Por un instante, el guardián vaciló. Sin embargo, el fulgor esmeralda de determinación en sus ojos no menguó, reflejando la llama ardiente de su espíritu combativo. Con firmeza, levantó la espada, encarando a la quimera que lo acechaba con cautela, sus ojos hambrientos fijos en su presa, como si midiera cada movimiento antes de atacar.
Hubo un momento de tensa espera, interrumpido solo por el goteo constante de saliva ácida y el rugido lejano de la quimera. El aire estaba cargado de expectativa. De repente, la bestia lanzó un ataque devastador con su cola, pero Drake, desafiando el caos con un rugido belicoso, contragolpeó con su espada. El choque de los filos generó una chisporroteante explosión de luz, iluminando brevemente la oscuridad.
Tres tajos contundentes se sucedieron en un frenético torbellino de movimiento, entrelazados con zarpazos que acortaban la distancia a una velocidad implacable. Drake se lanzó al suelo, rodando ágilmente para esquivar cada embate, sus músculos tensos y el corazón latiendo con fuerza en su pecho.
Cuando el cuarto latigazo de la cola se lanzó con una fuerza descomunal, Drake anticipó el movimiento, su mente afilada como su espada. Con un golpe certero y decidido, rebanó el apéndice de la criatura, separándolo del aguijón en un corte limpio que envió una lluvia de chispas y trozos hacia el suelo.
El sonido de la carne desgarrada resonó en el aire mientras el aguijón mutilado caía al suelo, goteando una sangre verdosa que alertó a Drake. Se apartó rápidamente, aunque gotas gruesas de la sustancia ácida salpicaron su hombrera izquierda. La gruesa coraza comenzó a emitir vapores ardientes, derritiéndose lentamente.
Drake sentía el calor abrasador, cada quejido era un recordatorio de su propia mortalidad. A pesar de la durabilidad sobre humana de su cuerpo por sí solo y la resistencia elemental de la armadura; el ácido era una de sus mayores debilidades.
Con un esfuerzo mental, Drake ordenó a la armadura desprenderse del pedazo de la hombrera comprometida, que cayó al suelo, todavía disolviéndose en el ácido. Mientras huía, la armadura reconstruyó la protección perdida al instante, pero con grietas visibles y una defensa reducida. El costo de los da?os en plena batalla era alto; la regeneración completa de la armadura tomaría al menos un día, dejándolo vulnerable en esa parte hasta entonces.
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El chorro de sangre ácida de la cola, al menearse violentamente, salpicaba por todas partes, formando un torbellino peligroso de líquido corrosivo que chisporroteaba y estallaba en gotas ardientes; que no lastimaban a la propia quimera ensangrentada.
Drake materializó un escudo para protegerse la cabeza mientras corría por la sala, esquivando los salpicones de ácido de la cola de la quimera. Cuando el escudo perdió forma, lo arrojó a un lado y se lanzó al pasillo. La quimera, con las alas pegadas al cuerpo, lo perseguía rugiendo frenéticamente. Tras de sí, dejaba un rastro de ácido que formaba charcos corrosivos en el suelo, burbujeando y chisporroteando al contacto.
Llegaron a una habitación amplía repleta de escombros, y huesos. El flujo corrosivo cesó. Furiosa por el dolor, la quimera se abalanzó nuevamente, extendiendo sus garras hacia Drake. Este se apartó hábilmente, posicionándose en el flanco de la criatura y asestándole otro golpe con su espada, esta vez en el cuello de escamas abiertas, pero antes de la hoja llegara a la carne, la defensa se cerró atorando el arma, sacándola de las manos del guardián.
Drake proyectó una segunda espada, solo para recibir un latigazo directo en el torso con la cola mutilada: aunque sin aguijón y además de la sangre ácida, seguía siendo un arma mortal.
El guardián fue lanzado contra la pared, que se agrietó bajo el impacto. Entre el polvo y el dolor, Drake se levantó tambaleándose retrayendo la hoja, solo para ver como la bestia se encarreraba para cornearlo.
Drake se apartó ágilmente a un costado, y desde sus manos, disparó dos cadenas que envolvieron el cuello de la criatura. Intentó estrangularla, apretando las cadenas con fuerza, pero la quimera rompió las ataduras con un zarpazo.
Rápidamente, aprovechando la distracción de la criatura, Drake lanzó una daga que se hundió en uno de sus ojos, provocando una herida profunda. La quimera, presa del dolor, regurgitó un escupitajo ácido que obligó al guerrero a retroceder, quedándose un charco de humeante.
Esto permitió a la bestia escapar de la habitación por el pasillo de adelante, dejando atrás la espada y a Drake jadeante. Recuperada su arma el guardián, con leves grietas en su armadura y sujetándose el costado en el que se acumulaba un dolor punzante.||
Entre improperios, Drake odiaba aceptar que, si se hubiera descuidado por un momento más, la quimera le habría arrancado la cabeza de un solo zarpazo. Puso la mano en una de las bolsas del cinturón, donde guardaba tres pócimas que aceleraría su factor curativo; cosa inservible si el ácido lograba tocarlo.
?Otra pelea a corta distancia sería contraproducente, tuve suerte de que no me salpicara acido. Ataques a distancia sería lo mejor, solo debo gastar demasiada biomasa, pero no quiero recargar tan pronto. Tampoco puedo estar usando mis pociones a lo idiota, son valiosas, y en este cochino pueblo no hay nada para prepáralas o comprarlas. Esta cosa ni escupe fuego, por lo que me tomó desprevenido: hubo un error en los datos o me estuvieron mintiendo?, analizó Drake al manifestar cinco tentáculos en su espada que se aferraron a su espada a modo de funda.
Drake regresó por donde vino, rodeando los charcos, pensando en buscar equipamiento como bidones de gasolina o cualquier cosa que le permitiera idear una trampa. Al llegar al mural, tomó el camino de la derecha.
Encontró unas escaleras que descendían hacia una tenue luz. Al descender descubrió un pasillo con una serie de cuartos repletos de cajas antiguas, encontrándose con una camara medica: una cama adjunta a una mesa, bajo una apagada lampara quirúrgica.
Las sábanas todavía estaban ensangrentadas, una falta de higiene que se esparcía en toda la habitación sucia. En una esquina residían apagados unos droides de apoyo tecnomante, especializados en intervenciones medicas, sin embargo, necesitaban el apoyo y guía de un médico; de lo contrario solo servirían para reparaciones leves o extraer implantes a cadáveres.
Drake avanzó por el pasillo tenuemente iluminado, su figura proyectando sombras alargadas en los muros desgastados. Al final del corredor, una luz parpadeante atrajo su atención como un latido errático en la oscuridad. Apuró el paso y llegó a un balcón que dominaba un amplio comedor sumido en la decadencia. Las mesas y sillas, anta?o imponentes, yacían derruidas, apiladas como cadáveres olvidados en el centro de la estancia. Una quietud casi antinatural envolvía el lugar, como si incluso el tiempo se hubiese detenido allí.
Drake inspiró profundamente. La humedad y el olor metálico del óxido se mezclaban en el aire. Miró hacia abajo y, sin titubear, descendió de un salto. Sus botas impactaron contra el suelo con un estruendo que resonó en el comedor vacío. Se quedó inmóvil unos instantes, ladeando la cabeza mientras su respiración llenaba el vacío. Cada exhalación se sentía pesada, como si el silencio lo observara, acechando.
Dio un paso adelante, el sonido metálico de sus botas rompiendo la calma como un eco amenazante. La tensión crecía con cada movimiento. Las sombras parecían retorcerse en los rincones del comedor, danzando bajo la tenue luz que pendía, moribunda, del techo. De repente, un leve temblor bajo sus pies lo detuvo. Parpadeó, su mirada recorriendo el lugar con rapidez. El temblor creció, pulsante, hasta que el suelo crujió como si algo gigante se retorciera en sus entra?as.
Drake giró sobre sus talones, alerta, justo cuando una pared a su derecha explotó en una cascada de escombros. La violenta irrupción llenó el aire de polvo y astillas de piedra. Se cubrió el rostro con un brazo mientras retrocedía y sus sentidos se encendieron en alerta.
De entre el caos emergió una silueta titánica. La nube de polvo se disipó lo suficiente para revelar un coloso mecánico de más de dos metros, con una única luz ámbar en su rostro que brillaba como el ojo sin alma de un cíclope. El reactor en su pecho emitía un zumbido creciente, sus luces parpadeando con un ritmo amenazante. Las enormes ametralladoras incrustadas en sus brazales se movieron con un sonido mecánico, ajustándose como si adquirieran conciencia, y el rugido de sus motores llenó el comedor.
Drake tensó los hombros, su mano deslizándose hacia su arma mientras el aire parecía cargarse de electricidad. El silencio había muerto; ahora, el rugido metálico del coloso anunciaba el principio de la batalla.
El tiempo pareció detenerse por un instante antes de que el coloso mecánico descargara un aluvión de disparos. Las balas rebotaron contra el suelo y las paredes, arrancando esquirlas de piedra y madera podrida. Drake apenas tuvo tiempo de levantar un escudo, conjurándolo con un gesto rápido. El escudo chisporroteó al absorber los impactos, cada bala golpeando como un mazo que lo hacía retroceder.
Con un gru?ido, se lanzó hacia un costado, buscando cobertura detrás de una mesa derruida. El metal crujía y vibraba con cada disparo que pasaba cerca. La luz ámbar del coloso lo seguía como un ojo depredador, iluminando el lugar con un fulgor ominoso. Drake sabía que no podría mantenerse a la defensiva por mucho tiempo; el enemigo no le daría tregua.
Sin titubear, lanzó una jabalina hacia una de las ametralladoras, reduciéndola a pedazos. El coloso tambaleó, retrocediendo mientras las sombras de su estructura bailaban en las paredes.
—?Mierda! ?Dónde carajos estás? —maldijo la máquina con una voz distorsionada.
De repente, una chispa eléctrica llamó la atención de Drake por el rabillo del ojo. Giró justo a tiempo para esquivar una lengua de fuego que se extendía hacia él. Un anciano había aparecido, vestido con una túnica negra y cargando un bolso abastecido de granadas.
—??Destroza a este Arnoldo de una vez, Kasidy!! —vociferó el anciano, su voz cargada de frustración—. Ya no importa si no conseguimos sus extremidades para los biomantes, ?tiene que morir, ya!
—?Esperen, basta! ?Esto fue un error, Joshua! —Kasidy levantó ambas manos, frenando el conflicto.
Drake retrocedió, observando a ambos enemigos. El gigante de armadura verde, marcada con runas orientales, se movía con lentitud, mientras el anciano buscaba un ángulo para atacarlo. Analizó la armadura de Kasidy y una sonrisa burlona se dibujó en su rostro.
—?Una armadura vulcánica de baja categoría? Ya esperaba que me traicionarías, pero no que tendrías de novio a ese anciano —comentó Drake con desdén—. Esto es basura en comparación con un Caballero Templario. Lo único destacable son esas runas de sigilo de Nyashta. Perdiste el factor sorpresa.
—??Jódete, pedazo de mierda!! ?Tienes idea de quién soy? ?Soy un hechicero! —vociferó Joshua, ocultando su miedo mientras sus manos temblorosas buscaban una granada—. Puede que hirieras de gravedad a una quimera, pero cuando se usa tantito el cerebro, los de tu clase no pueden hacer nada.
—?Wow, tranquilo, viejo! ?No se supone que eras un hombre de fe? Anda, ?qué pensaria Dios de tus actos repulsivos? —Drake no perdió la oportunidad de burlarse.
El anciano escupió con un desdén profundo, su rostro retorcido por a?os de rencor acumulado. Mostró su brazo derecho marcado con una cresta negra que recordaba a un colmillo, un sello de familiar.
—??Un Arnoldo hablándome de Dios y moralidad!? ?Qué puta ironía! —rugió, su voz quebrándose entre la furia y el dolor contenido—. Dediqué mi vida a esta mierda de la religión para un Dios inexistente, ?todo! ?Mi juventud, mi salud, mis sue?os! Y qué obtuve a cambio, ?eh? ?Nada! ?Ni siquiera las malditas mutaciones de longevidad funcionaron conmigo! —Sus manos temblaron, crispándose como si quisiera desgarrar el aire—. Los rezos caen a oídos sordos, y si existe algo, son solo fuerzas frias de la naturaleza que los hechiceros y brujos usan a conveniencia. No existe ningun plan divino, solo caos.
La sonrisa ladina de Drake no se borró ni por un segundo y soltó con descaro: —?Qué linda historia! Conmovedor, cuentamelo de nuevo pero sin chillar. —La provocación de Drake irritó aún más a Joshua, cuyas manos temblorosas se acercaban peligrosamente a la bolsa de granadas.
—?He dicho que se detengan! ?Podemos llegar a un acuerdo! —Kasidy alzó la voz, poniéndose al frente con las manos levantadas en se?al de paz—. Como cualquier hombre, te interesa el dinero. Mucho más del que podrías ganar solo.
Drake ladeó ligeramente la cabeza, mostrando un leve interés. —Te escucho. Si controlaban a la quimera, como indica ese sello de familia, ?qué buscaban?
Kasidy tragó saliva antes de responder. —Contratamos mercenarios con mejoras mecánicas y genéticas. La quimera los elimina, y nosotros tomamos sus restos. Luego los vendemos a tecnomantes y biomantes para sus experimentos.
Drake no ocultó su desprecio. Dio un paso hacia adelante mientras su yelmo se transformaba, la segmentación metálica formando una grotesca dentadura. La armadura reflejaba las emociones del portador, asemejándolo más a un demonio. Joshua, horrorizado, murmuró el nombre de Dios por reflejo, mientras Kasidy mantenía las manos levantadas.
—?Espera, aún no termino! —insistió Kasidy, su voz temblando al tiempo que el yelmo de Drake volvía a la normalidad—. Escúchame, por favor. Este dinero es para una buena causa. —Respiró hondo y prosiguió—. Mira, otros comandantes que lideran tropas avanzadas hacen lo mismo. Tomamos un pueblo, cobramos un poco de los impuestos y juntamos dinero para nuestras familias y tierras devastadas. Tú lo sabes mejor que nadie, en el LP la clase dominante son los elfos. Apenas nos dan lo mínimo para reparar los da?os causados por las incursiones de los Templarios o las tribus bárbaras y los monstruos. Solo hemos respondido a las agreciones de la casa Cruz.
El tono de Kasidy adquirió un deje de melancolía. ? He perdido amigos en estas guerras, y sus familias han caído en la miseria. Los elfos no se preocupan por nosotros. Aliarme con Joshua me ha permitido ganar un poco más y, con ese dinero, pienso llevarme al viejo conmigo cuando nos retiremos de este pais. La campa?a está llegando a su fin; nos han ordenado abandonar Palistra para que pueda recuperarse. —Hizo una pausa, observando a Drake con cautela—. Si haces la vista gorda y te marchas, te daré una parte del botín.
Drake mostró una sonrisa espeluznante. —?Y ese ni?o hechicero que se va a llevar? dudo que le sirvan un pu?ado de monedas si está tres metros bajo tierra.
Kasidy bajó la mirada, mordiéndose los labios. —Al principio invoqué a la quimera para frenar a las fuerzas del LP. El chico no tuvo la fuerza de voluntad para manejar a la bestia. Cuando logré tomar el control, ya era demasiado tarde. Fue una pérdida desgarradora, pero... —hizo una pausa, sacando de su manga una joya blanca del tama?o de una canica. La joya brilló al ser imbuida con energía mágica, y de ella se materializó una bolsa llena de coronas doradas—. Harías un bien mayor, salvarías vidas de familias que han perdido todo por esta maldita guerra, así como Kasidy y yo hicimos el trato cuando envió a sus tropas a invadir los tuneles, optamos por esta alternativa. Sí, intentamos matarte, pero... podemos dejarlo atrás. Nadie más tiene que morir. ?Qué opinas?
Drake permaneció en silencio, sus ojos clavados en la bolsa de monedas. Por un instante, una tentación fugaz lo invadió, pero pronto recordó de dónde provenía ese botón. Una oleada de repulsión lo sacó de su enso?ación.
—?Quieren saber lo que pienso? —preguntó, ajustó su casco con un movimiento decidido, encarándolos con una mirada que destilaba juicio—. Que no me sentí satisfecho con esa quimera, como que todavía tengo ganas de matar más monstruos. —Kasidy y Joshua se sintieron como ganado condenado al matadero.