Drake salió del local, seguido por los campesinos que lo miraban con temor y desconfianza. Se sentía hostigado, pero trató de mantener la calma.
—Sí es por la quimera, ya me voy. Solo quería comer algo antes de ensuciarme las manos. —contestó.
—Estamos muy aliviados de que un profesional venga a nuestro pueblo a matar al monstruo, a pesar de que te ves tan joven. —El anciano se veía aliviado, desprendía un brillo esperanzador en sus ojos, una mala se?al para el guardián—. Quisiéramos ofrecerte un trabajo aparte. Uno discreto —dijo esto último en un susurro temeroso, mirando a los lados, como si tratara de ocultar algo.
??Habrá otro monstruo por aquí? No, los soldados ya me lo hubieran dicho. Creo que ya sé lo que quieren?, frunció el ce?o Drake, mirando despectivamente a los campesinos al intuir la naturaleza de aquella enigmática petición.
—Vera, nosotros...
—?Por favor, mate al comandante Kasidy! —Interrumpió desesperada una de las campesinas, al borde de caer en llanto—. ?Ese hombre es un verdadero monstruo!
El quiebre de la mujer es el catalizador de un coro de peticiones angustiantes e inentendibles de los granjeros. Drake no puede ni escuchar sus propios pensamientos hasta que el primer hombre que habló los calla.
—Todos aquí tenemos problemas, pero no podemos atosigar al joven guardián con toda esa carga. Diré un breve resumen de lo que hace el comandante Kasidy. —El hombre respiró hondo y aclaró la garganta—. Desde que ese hombre y su tropa del Libre Pensamiento tomaron posesión de Palistra, tras expulsar a las tropas de los Cruz, han abusado de nuestra integridad.
? Nos ha puesto un tributo de nuestros recursos de manera desmedida y nos han obligado a destruir nuestros iconos religiosos. De no cumplir el impuesto, se llevará todo lo que poseemos, y si nos resistimos no golpean hasta hacernos sangrar.
—Ha mancillado nuestras creencias. —Se acercó otro de los aldeanos, continuando las anécdotas de la administración de Kasidy—. Nuestro querido pastor Joshua Miller, que poseía una sabiduría y bondad tan grandes, fue arrojado a la morada de ese monstruo.
? Tal vez él fue quien trajo a la quimera, pero no quería que pasara esto. Por favor, te daremos todas las cabezas de ganado que nos quedan, incluso dejaremos que pases una noche con nuestras hijas o hijos, como prefieras, ?Por favor, ayúdanos!", rompió en llanto al dar esa solicitud.
??Tanto odian a ese hombre como para darme todo lo que poseen??, pensó Drake, sumamente sorprendido. Al escuchar sobre las cabezas de ganado, se despierta algo de tentación. El código al que juró seguir retumba en su cabeza, arrancando esas ideas. Antes de que pueda hablar, una anciana se acercó tomando su brazo.
—Por favor. Vengue a mi nieto.
—Me están malinterpretando... —Drake se apartó con cuidado de la anciana, levantándose de la silla y retrocediendo unos pasos. El rostro incrédulo cambió a una espeluznante sonrisa desvergonzada—. Los guardianes tenemos un código de conducta estricto, y la verdad no soy ningún héroe; soy un cazador de monstruos profesional, y no mato a esa clase de monstruos.
? Además, ustedes saben que el pastor trajo al monstruo, aun así, lo siguen poniendo como una blanca palomita; los guardianes no nos metemos en conflictos de los credos. Ahora, si me disculpan, tengo que trabajar.
Las palabras de Drake fueron contundentes y sin tacto, lo que encendió la cólera y odio en los aldeanos.
—?Maldito cerdo! ?Y se hace llamar caballero? —exclamó la anciana que le había tomado del brazo.
—Nunca me hice llamar caballero. —Un gesto frío se dibujó en su cara antes de marcharse a la mazmorra—. Voy a quitarles de encima lo que su pastor liberó. Adiós y que el Viajero los bendiga a todos.
Drake avanzaba por el camino polvoriento, el sol quemante lanzaba sombras largas y distorsionadas sobre el terreno agrietado, donde las calles adoquinadas se mezclaban con restos de asfalto y cráteres.
Las casas, de ladrillos y metal corroído, mostraban carteles oxidados y pintadas descoloridas, en sus techos de lamina como teja, existieron alguna vez una escultura de la espada sagrada, reducida a una base con restos de madera arrancada. La fachada agrietada hacía parecer que la civilización luchaba por sostenerse en pie en medio de un páramo hostil.
Alrededor, los pobladores caminaban, algunos sosteniendo artilugios oxidados, otros montando criaturas híbridas de maquinaria y carne, resabios de ingeniería antigua que chasqueaban y humeaban a medida que se movían, bajo la sombras de postes de luz eléctrica como cables de se?al de cubo, que se entrelazaban sobre sus cabezas con una negra red de ara?a.
Pocos vehículos motorizados avanzaban por las calles; los motores rugían y escupían humo denso de los tubos de escape, como viejas bestias mecánicas en sus últimos suspiros de vida útil, que pasaban al lado de la torre de agua que abastecía al poblado.
El sonido de las hélices de ventiladores y motores desvencijados se mezclaba con el de las voces y las risas apagadas de aquellos que se entretenían con sus cubos comunicadores: modelos anticuados, cuyas pantallas holográficas parpadeaban con una se?al defectuosa y débil. La conexión en este pueblo era irregular y precaria, como si el mismo aire resistiera la llegada del progreso.
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A medida que Drake caminaba por el pueblo, observaba los rostros de las personas: curtidos y ajenos a las maravillas del poblado, habituados a la supervivencia en un entorno que los empujaba a retroceder en el tiempo.
Muchos aldeanos tenían miradas desconfiadas y cansadas, vestían ropas desgastadas y modestas: hombres de ropajes vaqueros que intentaban ocultar cortes de pelo desprolijos bajo sus sombreros,; mujeres en vestidos largos de telas toscas, algunas llevando antiguos brazaletes electrónicos sin carga, más por costumbre que por utilidad.
Los poblados rurales, alejados de las grandes ciudades industriales caían en el retroceso, sumido en una quietud y atraso deliberados. Aquí, cualquier rastro de tecnología avanzaba a la misma lentitud que el humo que emergía de las viejas máquinas, y las herramientas rudimentarias marcaban el paso de un tiempo olvidado y recuperado.
Mientras se alejaba del centro del pueblo, Drake recordó las palabras del soldado que lo había escoltado. Pronto la ocupación militar acabaría: las negociaciones entre Santus y el Libre Pensamiento auguraban una tregua, y el saqueo de los recursos locales llegaría a su fin.
Kasidy, el comandante de las operaciones, abandonaría eventualmente estas tierras, y al menos dejaría a la gente libre para reconstruirse en su precaria paz, la cual sería perturbada en un futuro próximo, cuando los políticos busquen una excusa para hacer la guerra, con tal de abastecerse de minas cristales que mantengan en marcha el progreso industrial. Una fuente de poder nacida por la energía liberada de masacre y violencia.
La ironía le arrancó una sonrisa amarga: como un espectador atrapado en un cruel teatro del tiempo, él podía irse, pero el mundo que dejaba atrás seguiría atrapado en este ciclo de decadencia y resistencia.
En la madrugada confirmó lo esperado a través de un mensaje en el cubo comunicador que lo sacó del sue?o: los Perros Rabiosos jamás salieron del búnker. Temprano por la ma?ana, Drake caminó hacia las afueras de la ciudad, guiado por el camino de terracería que se perdía en la distancia hasta llegar a una puerta de piedra rota. Esta entrada, que había visto días mejores, estaba adornada con símbolos extra?os, posiblemente sellos mágicos según lo aprendido en la Fortaleza Oscura.
La entrada, de dos metros de largo y ancho, revelaba un acceso a lo que parecía ser un antiguo búnker militar abandonado. Los muros de piedra desgastada y las marcas de antiguas batallas le daban un aire de misterio y peligro. Forjados en el metal oxidado que enmarcaba la puerta, los símbolos aún brillaban tenuemente con una energía arcana.
Kasidy, acompa?ado por cuatro soldados, lo esperaba allí. El comandante se destacaba, su figura imponente contrastando con las sombras que envolvían la entrada. Los soldados mantenían una postura alerta, con sus armas listas, mientras observaban a Drake acercarse.
—Estábamos aquí esperándote y evitábamos que cualquier curioso se acercara. ?Te molesta?
—Siempre que no me fusilen cuando acabe esta chamba, con tal de no pagarme. No sería la primera vez que sucede y como pueden ver, sigo aquí. —Esa afirmación de Drake, emergió de una cínica sonrisa que estremeció a los soldados, menos a Kasidy, quien se mantuvo apacible, incluso después de la sonora carcajada que soltó el guardián—. ?Tranquilos, estoy bromeando!
—Si que has visto cosas horribles por tener esa clase de ideas —habló Kasidy al ordenar con la mano a sus hombres que se dispersaran, cubriendo los puntos clave de la entrada.
—Si me disculpas, tengo una quimera que esterilizar. Por favor, si fuese tan amable de darme la mitad del pago por adelantado, es la regla en este negocio. —Insistió Drake, impaciente al descubrirse la cara, despojándose de los lentes, el cubre bocas de tela y el sombrero que encargó de favor a un soldado.
—Solo podré pagarte en efectivo, debido a las fallas en la se?al, no puedo depositarte de forma electrónica a tu cuenta de banco. —Kasidy arrojó una bolsa llena de monedas a manos de Drake, quien al revisarlo confirmó que era la mitad—. Tendrás lo siguiente cuando traigas la cabeza de la quimera.
—Igualmente tengo que facturar, no puedo escapar de los impuestos.
—Impresióname con este contrato y, tal vez, hable bien de ti. Quién sabe, alguna marca del Libre Pensamiento podría patrocinarte y mejorar tu indumentaria. —Una perversa curiosidad se dibujó en el rostro de Kasidy al fijarse en sus soldados—. Abran paso gente y pongan mucha atención. Van a ser testigos del poder cambiante, aquel que llaman el Estigma en su forma más pura.
—No necesito ninguna otra actualización, jefe. Ya que vamos por una verdadera amenaza, vamos a ponernos serios. —Una sonrisa macarra se encendió en el rostro de Drake mientras sus ojos carmesíes cambiaban de tonalidad al retirarse la capa.
El guardián vestía una armadura carmesí con detalles negros afilados, conectada a un exoesqueleto que latía con energía oscura. Un cinturón táctico completaba su imponente indumentaria. Con cada movimiento, la armadura parecía respirar, mientras una cota de cuero endurecido cubría las partes expuestas, brindándole protección sin sacrificar movilidad.
De la gargantilla emergieron de repente peque?os tentáculos, frágiles como gusanos de tierra, que se alargaron hasta parecer serpientes, cubriendo su cabeza y dejando visibles solo sus ojos. El guerrero permaneció inmutable, como si aquel fenómeno fuera natural, sintiendo el cálido consuelo de no estar solo.
Las criaturas fibrosas se endurecieron, formando un yelmo carmesí imponente, semejante al de un demonio, con afiladas púas a los costados como cuernos. La máscara del yelmo, perforada en la boca como respiradores, se iluminó con un fulgor verde, proyectando una mirada llameante con estelas esmeraldas, como si un espíritu de lucha se hubiera manifestado en su interior.
Del guantelete de Drake brotaron protuberancias líquidas que se entrelazaron con gracia letal, moldeándose en una imponente espada claymore, del mismo tono carmesí que su desafiante armadura.
—Sin duda es algo completamente ajeno a cualquier armadura de mi gente. —Kasidy chifló entre aplausos, complacido y sus expectativas acrecentaron—. Esa cosa está viva, definitivamente me creo que esté compuesta del Estigma. Imaginé que sería algo como un pistolero como describían a tu padre.
—Mi viejo ya tuvo su propia cruzada, esta es la mía.
Aclaró Drake encarando a la oscuridad de las puertas del bunker, donde residía el horror. Al dar un paso al frente escuchó de Kasidy unas últimas palabras que lo frenaron un instante cerca al umbral.
—No imagino la clase de compensación que debes pagar por tener esos poderes. —No había ignorancia en Kasidy, solo cinismo que no tuvo ninguna contestación por parte del guardián que se dejó sumergir en las sombras del Bunker.