—Sí, se?or… me llamo Alex —balbuceo.
—Conozco a tu padre. Un gran hombre y excelente soldado. Toda la aldea quedó conmocionada al enterarse de su retiro de la milicia; con su habilidad y experiencia, habría sido mejor comandante que yo —comenta amigablemente. Yo le contesto con una mirada insegura—. Supongo que te imaginarás por qué estás aquí, o tal vez no. Después de todo, estuviste mucho tiempo desmayado, y debes estar algo confundido —continúa diciendo. Sus palabras se oyen muy amables, a pesar de tener a un supuesto asesino frente a él—. ?Por qué no me cuentas lo que recuerdas? —a?ade.
Recuerdo cada minúsculo detalle de lo que ocurrió. Pero cómo hacer para explicarle que el responsable de la muerte de los Farsen, era un espectro que se incendió frente a mis ojos cuando lo alcanzó la luz del sol. Hasta a mí me cuesta creerlo todavía.
Continúo mirando al piso sin decir una palabra, sabiendo que mi silencio me incrimina aún más. Me preocupa lo que pueda pensar mi padre al respecto cuando se entere, si es que todavía no lo sabe.
—Jack… —Se me escapa un suspiro.
—?Lo conocías? —pregunta Rendel elevando su tono de voz, demandando una respuesta de una vez por todas.
—Era mi mejor amigo —murmuro, todavía con la vista en el suelo—. Yo nunca podría hacerle da?o.
—Encontramos dos cadáveres en esa casa, Alex —continúa, con una inflexión severa—. Tú estabas desmayado junto a los cuerpos.
—?Yo no los maté! —grito, motivado por el dolor. Elevo la mirada y la clavo en sus ojos.
—No estoy diciendo que lo hayas hecho, solo quiero saber que pasó en esa casa —dice. No le contesto… reanudo el silencio, cansado de este interrogatorio sin sentido. Aparto la vista a un lado. Rendel se levanta y camina hacia una mesa de fina elaboración que se encuentra detrás de él, en la que descansan una delicada jarra de barro y dos copas de cristal—. Existen dos clases de personas, Alex —comenta, mientras levanta la jarra y vierte un líquido rojo sangre hasta llenar ambas copas. Noto al instante su intención de apaciguar la conversación, con el cálido y ardiente toque del vino—. Aquellos que dicen la verdad, y quienes la esconden. —Se acerca hacia mí con las copas en alto y me ofrece una, mi mano temblorosa la recibe con desdén—. No estoy llamándote mentiroso, pero sé perfectamente que conoces la verdad.
Este no parece el egocéntrico y abusivo comandante del que tanto había oído hablar, en su lugar, veo a un hombre razonable. Le doy un gran sorbo al vino hasta sentir que me quema la garganta.
—Existen muchas cosas espantosas que se dicen sobre usted, comandante —me atrevo a contarle, algo atragantado.
Veo una leve expresión sonriente en su rostro.
—Estoy al tanto de todo lo que la gente dice y piensa de mí. Solo te diré, que sirvo a un propósito mucho mayor de lo que te imaginas. —Sus palabras se oyen confusas—. Pero no estamos aquí para hablar de mí. —Se sienta de nuevo en su silla—. ?Me dirás que fue lo que pasó?
Decido dejarme llevar y contarle la verdad de lo ocurrido, aunque suene descabellado.
—Fui a visitar a Jack a su casa, como cualquier día. —Las palabras salen temblorosas de mi boca—. Noté algo extra?o cuando llegué. Su casa parecía abandonada, como si llevara a?os sin ser habitada.
—?Qué encontraste adentro?
—Era un caos. La mesa y las sillas estaban destrozadas. Había charcos de sangre por todos lados, en el piso, en las paredes. Incluso en la barandilla de la escalera. Subí hasta la habitación de Jack, y… —De pronto se me acaban las palabras. Me quedo atormentado por los duros recuerdos.
—?Qué ocurrió, chico? ?Háblame!
—Era una sombra… juro que era una sombra. Me tomó del cuello y me arrastró por la habitación, donde intentó asfixiarme. —La cara del comandante se torna pálida. Se le dibuja una mueca de preocupación. Se frota las manos algo nervioso, casi como si estuviera asustado, como si creyera en mis palabras—. Fue entonces cuando abrí la ventana de un golpe…
—?Y qué ocurrió? —me interrumpe, ansioso.
—Ese espectro… se incineró frente a mí, ardió como un le?o seco hasta desaparecer —respondo entre sollozos.
Rendel se frota la barbilla durante unos momentos, pensativo y serio
—?Qué edad tienes, Alex? —pregunta luego.
—Mi padre ha contado dieciocho águilas blancas desde que me adoptó, siendo tan solo un bebé —digo, y el comandante reanuda su silencio latente, enterrándome los ojos como si me estudiara.
—Debes irte a tu casa, chico. Vuelve con tu padre y no hables con nadie sobre esto —dice, levantándose de un salto.
—?No! —replico—. ?Por favor, dígame que está pasando, usted sabe que era esa cosa!
—Haz lo que te digo, muchacho, tendrás todas las respuestas que buscas más pronto de lo que imaginas. —Sus enigmáticas palabras, se ven interrumpidas por una fuerte discusión proveniente de la calle. Reconozco una de las voces. Mi padre está gritándole a los guardias, demandando que lo dejen entrar al cuartel. Rendel también se percata del escándalo, y se dirige de inmediato a la puerta.
Antes de que pueda alcanzarla, se abre con violencia. Mi padre irrumpe a todo vapor como un toro embravecido.
—?Alex! ?Estás bien? —me dice, acercándose y tomándome entre sus brazos.
—Sí, estoy bien.
—?Déjalo ir, Rendel, mi hijo no es ningún asesino! —ruje, encarando al comandante que parece no responder a su enojo.
—Tranquilo, Sean, sé que él no lo hizo. —Le hace se?as a mi padre para que se calme—. Ven un momento por favor, necesito hacerte una pregunta.
Sorprendido, mi padre se acerca despacio hacia él. Rendel le murmura algo al oído que no alcanzo a escuchar. Ambos entablan una peque?a conversación en voz baja durante un rato, ignorando por completo mi presencia. Luego, mi padre vuelve con el rostro pálido y la mirada perdida.
—?Vámonos, Alex! —dice, con preocupación en la voz—. ?Vámonos a casa! —Me extiende su pesada mano toda llena de callos, por tantos a?os de trabajar la madera.
—?Qué ocurre?
—Tenemos mucho de qué hablar —responde tajante.
Nunca lo había visto tan serio, algo no anda bien. Decido seguirle la corriente hasta llegar a casa, tengo muchas preguntas que hacerle, y presiento que el momento de algunas respuestas ha llegado.
Nos dirigimos a la puerta de salida del cuartel; él va adelante a paso ligero.
—Buena suerte, muchacho —escucho la voz de Rendel. Le lanzo una mirada de intriga. No puedo esperar a ver qué es lo que mi padre tiene para contarme.
Salimos del cuartel. Veo a uno de los guardias de la puerta con un poco de sangre sobre su pómulo izquierdo, me estremezco de solo pensar que mi padre haya sido capaz de golpearlo, solo para llegar hasta mí. Sé que es muy respetado por los tantos a?os de servicio que prestó en la milicia. Quizás solo por eso, sus acciones no tendrán consecuencia alguna.
Dirijo mi atención a la caballeriza, donde un soldado aparece con Zaphiro. Se acerca y me entrega las riendas.
—Tienes un caballo muy fiel, chico —me dice—. Estuvo todo este tiempo solo en la casa de los Farsen, esperándote hasta que lo trajimos.
—Gracias —pronuncio en voz baja.
Me subo al caballo de un salto, y me dispongo alcanzar a mi padre que ya me saca ventaja.
El cuartel de la milicia, se ubica junto a la empalizada que rodea y protege la aldea. La entrada norte está a tan solo unos cuantos pasos de aquí. Todos los visitantes que vengan de afuera, deben anunciarse siempre con los soldados de guardia.
Acelero un poco la marcha, hasta que lo alcanzo y me pongo a su lado. Aún nos queda atravesar todo el mercado por la calle principal, hacia el sur.
Levanto la vista al cielo, el sol se oculta tras unas pocas nubes en dirección oeste.
No puedo calcular cuánto tiempo habré estado inconsciente, pero debe haber sido bastante para que la ma?ana haya dado paso a la tarde sin que me dé cuenta. Recuerdo que ni siquiera era mediodía cuando fui a la casa de Jack.
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La marcha continúa seria y en silencio.
?Qué será lo que le habrá dicho Rendel en secreto, para que le cambie la cara a mi padre de repente? Me pregunto. Espero que pronto me aclare todas las dudas.
Al salir del mercado, cabalgamos por la ruta que lleva a casa; la extensa arboleda a mi derecha nos proporciona una reconfortante sombra. La tarde es muy calurosa.
—El comandante, ha planeado realizar un peque?o rito funerario para honrar las memorias de Jack y Tatius —me comenta de repente.
—Es una buena idea —le contesto—. Jack no se merece menos que eso.
Sin darme cuenta, estamos llegando al cruce que lleva hasta su casa. No puedo evitar soltar unas lágrimas pensando en el destino terrible que sufrieron ambos.
Tiro despacio de las riendas de Zaphiro para que se detenga, y me quedo un momento contemplando la casa desde lo lejos.
Mi padre, sin darse cuenta, continúa cabalgando un poco más. Detiene su marcha luego de percatarse de mi ausencia. Sé que el comparte mi dolor. Al igual que Jack y yo, Tatius y él fueron muy buenos amigos, además de compa?eros de armas en el ejército. Y los mejores según he escuchado.
—Sabes que no hay nada que hubieras podido hacer para salvarlos, Alex —dice.
—Si tan solo hubiera llegado antes —mascullo.
—Probablemente estarías muerto también, no debes culparte, hijo. Aleja de tu mente las preocupaciones. —Lanza un suspiro corto—. Agradece que estés vivo, así tal vez puedas vengarlos en el futuro. —Jamás lo había oído hablar con deseos de venganza. Quizás sea el dolor el que lo obliga a tener ese pensamiento. Aun así, no puedo negar que una parte de mí siente lo mismo—. Vamos, continuemos. Hay algunas cosas que necesitas saber.
Retomamos el camino a casa. Mi padre se adelanta un poco y llega primero, parece más entusiasmado que yo.
—?Dónde está Meggy? —pregunto, pensando en que habrá sido de mi hermanita menor en mi ausencia.
—La dejé con la viuda Molle antes de ir a buscarte —me contesta—. Prometió traerla más tarde, antes de que anochezca. Lo cual es bueno, no quiero que esté presente en el funeral de los Farsen. No es algo que una ni?a de ocho a?os deba presenciar.
Entramos a la casa, en silencio, y me siento en la primera silla que encuentro. Mi padre toma dos vasos y una jarra de vino de debajo del mostrador, llena ambos hasta el tope y me alcanza uno.
Todavía tengo el sabor en la boca por el trago que me ofreció Rendel, pero no puedo despreciar a mi propio padre. Le pego un gran sorbo para impresionarlo. El rojo vino me quema la garganta. Me quedo mirándolo, esperando que lance las primaras palabras.
Toma un trago tan largo, que le chorrea un poco por los costados de la boca, y se queda mirando al piso, pensativo, como si no pudiera elegir las palabras adecuadas.
Decido adelantarme y romper el silencio con una pregunta que se me viene a la mente.
—?Qué sabes acerca de esa sombra que me atacó?
Mi padre levanta la mirada hasta que sus diminutos ojos oscuros se cruzan con los míos.
—No sé mucho acerca de eso. Pero Rendel tiene una leve sospecha de por qué estaba aquí.
—?Por qué?
—Por ti, hijo. —Un gran escalofrío me recorre la espalda.
—?Por mí? No entiendo nada. ?Qué significa eso? —le pregunto, cada vez más confundido y asustado.
—Debes entender, Alex, que este mundo es mucho más complejo de lo que tú sabes. Existen cosas con las que tú solo has so?ado.
—Mis pesadillas —irrumpo, nervioso.
—No conozco su origen, pero tal vez sean una muestra de lo que te depara el destino.
—Solo he visto muerte en ellas. —Aparto la mirada, recreando en mi cabeza esas horripilantes imágenes de mis sue?os—. Si ese es mi futuro, no quiero ser parte de él.
—El futuro es incierto, son las decisiones que tomamos las que determinan nuestra suerte. Y en qué nos convertimos… —Un largo silencio se presenta entre nosotros—. Lo mejor será que comience por revelarte la verdad acerca de tu pasado.
Lo miro intrigado.
—?Qué verdad? —pregunto.
—Una que creí que me llevaría a la tumba. —Se frota la cara con las manos—. Primero que nada, te mentí sobre haberte encontrado en la calle cuando eras un bebé. Esa historia la inventé para ocultarte la verdad. —Sus gruesos dedos golpean repetidamente contra la mesa.
Mi rostro se llena de sorpresa, y mi cabeza de intrigas.
—?Cuál es la verdad? ?Dímelo de una vez! —Levanto el tono de voz.
—Antes de tenerte entre nosotros, yo era muy diferente. Como ya sabes, pertenecía al cuerpo de caballería de Lago Viejo. Se me consideraba entre los mejores soldados. Estuve a punto de ser ascendido a comandante.
—Rendel mencionó algo al respecto cuando me retenía en el cuartel.
—En aquel entonces, él era solo un muchacho novato, no mucho mayor que tú. De una gran determinación, así como su habilidad con la espada. —Sus palabras son tan claras, que dibujan imágenes en mi mente, dándome la impresión de estar viviendo en carne propia sus recuerdos.
—?Qué pasó entonces? ?Cómo es que llegó a convertirse en comandante en vez de ti?
—Estaba esperando una carta que vendría de Zaraman con el sello real, anunciando mi ascenso. Cuando se trata de promover a alguien a un puesto tan importante, solo la reina puede hacerlo. —Mi padre agacha la mirada y su rostro se envuelve en tristeza, al parecer, los recuerdos son algo perturbadores.
—?Estás bien? —le pregunto, consternado.
—Sí, no te preocupes. —Hace una pausa seguida de un largo suspiro—. Recuerdo claramente lo que sucedió después. Una noche estaba de guardia, en la torre de la entrada norte de la aldea. Estaba muy oscuro. Había un aura tenebrosa en el aire, como nunca antes había sentido. —Se aclara un poco la garganta antes de continuar—. De pronto, escuché un caballo que se acercaba despacio en la oscuridad. Apareció una figura envuelta en una túnica de pies a cabeza. No se le veía el rostro… Como es la costumbre, le pedí que se anunciara, aunque me pareció muy raro que alguien se presentara de esa manera por la noche.
—A mí me resultaría sospechoso sin duda —comento.
—No me respondió, el caballo se detuvo frente al portón, y la persona no dijo ni una palabra. Le advertí enseguida que, si no revelaba sus intenciones, la arrestaría.
—?La? —pregunto alarmado—. ?Era una mujer!
Asiente con su cabeza.
—Se bajó del caballo y se quitó la capucha que la cubría, revelando a una hermosa mujer joven. Me suplicó de inmediato que no la lastimara. Tenía una voz dulce, pero se oía apagada.
—?Qué hacía una mujer en medio de la noche, cabalgando sola por el campo?
Mi padre me mira con nostalgia.
—No estaba sola —masculla. Sus ojos denotan una gran tristeza—. De entre su túnica, sacó a un bebé envuelto en mantas, y me suplicó que abriera las puertas. —Una lágrima fluye de sus ojos y resbala por su mejilla—. No me pareció una amenaza. Ordené al guardia que me acompa?aba que abriera el portón, y bajé de la torre de inmediato para recibirla. —Me contagio de su emoción, imaginándome la identidad de ese ni?o—. Entró tambaleándose, aferrándose con todas sus fuerzas a esa criatura, y prácticamente se desplomó en mis brazos. —Me seco las lágrimas con la manga y tomo un gran trago de vino, hasta que el vaso queda vacío. Continúo en silencio, escuchando atento el resto de la historia—. Mencionó que había viajado desde muy lejos. Estaba muy delgada y convaleciente. Sus labios estaban resecos. Quién sabe cuánto tiempo había pasado desde la última vez que comió o bebió algo. Le dije al guardia que le trajera un poco de agua, pero ya era demasiado tarde. Con sus últimas fuerzas, murmuró algo acerca de que su bebé era la única esperanza del mundo, que tuvo que huir para salvarlo. —Sus ojos se llenan de lágrimas.
—Ese ni?o… era yo ?Verdad?
—Sí, Alex, eras tú. Sus últimas palabras fueron que jamás te revelara la verdad, que tu destino te encontraría tarde o temprano.
—?Qué quiso decir con eso?
—No lo sé, hijo, he pasado los últimos dieciocho a?os buscando esa respuesta.
—Siempre tuve la esperanza de encontrar a mi verdadera madre algún día —le confieso, con la voz cortada y entre llantos—. Pero todo este tiempo, tú supiste que había muerto.
—Lo siento, Alex, de verdad hubiera querido salvarla —me contesta inclinándose hacia delante, colocando su pesada mano sobre mi hombro.
—?Por qué no me lo contaste antes? —digo, rechazando su toque.
Mi padre se acomoda otra vez hacia atrás en su silla.
—Tu madre me pidió que no lo hiciera, solo respetaba su último deseo.
—No estoy enojado contigo. Me cuidaste todo este tiempo, sin saber quién era o de dónde venía. Renunciaste a tus propias ambiciones. Te estoy agradecido por eso, pero es muy difícil de aceptar.
—Lo sé.
—?Qué pasó después? —continuo—. ?Cómo llegó Rendel a comandante?
—Dos días después, arribó a la aldea un lujoso carruaje proveniente de Zaraman. Un mensajero se bajó, y me mandó llamar, traía consigo la orden de mi ascenso, junto con una hermosa espada ornamentada. La verdad es que me sorprendió tanto espectáculo. —Se levanta de su silla y camina hasta la ventana; se queda ahí contemplando el horizonte—. Dijo que mi nuevo puesto, implicaría llevar a cabo una importante misión.
—?Qué misión? —pregunto.
Se voltea a mirarme con el ce?o fruncido, intentando hablar a través del dolor de sus recuerdos.
—No lo sé, antes de que me entregara la orden, le dije que renunciaba a ese puesto por motivos personales, y que, de ser posible, podía recomendarle a otro soldado apto para cargar con esa responsabilidad.
—?Rendel sabía lo que le esperaba?
Mi padre sonríe.
—Claro que no, el muchacho se sorprendió tanto como el resto de los caballeros. Muchos consideraron una gran ofensa que nombrara a un simple soldado novato como comandante. Pero la ambición de Rendel era grande. No dudó ni un instante en aceptar. El mensajero estuvo de acuerdo con mi decisión.
—?Qué clase de espada era la que te iban a entregar?
—La has visto muchas veces, incluso hoy, colgando de la vaina del comandante.
—Pero… ?Cuál podría ser su propósito? —Cada vez encuentro más preguntas que respuestas.
Mi padre desvía la mirada hacia el piso. Una gran tristeza adorna su rostro.
—No lo sé, quizás sea un mero simbolismo. De cualquier forma, Rendel se convirtió en el comandante de Lago Viejo ese mismo día. El mismo día que yo renuncié al ejército.
—?Por qué a él? —pregunto impulsivo, sin poder evitar pensar en todas las cosas horrendas que se dicen del comandante.
—Porque confiaba en él. Sabía que tarde o temprano llegaría lejos, con o sin mi ayuda.
—?Fue tu decisión lo que acabó por convertirlo en una persona odiada por la mayoría?
—En parte. Pero no del todo. —Vuelve hacia su silla y se sienta frente a mí—. Un mes después de su nombramiento, Rendel tuvo que partir hacia Zaraman. Pasaron casi dos a?os antes de que regresara. —Mi rostro se inunda de sorpresa—. Nadie supo que pasó en todo ese tiempo… pero una cosa es segura. Rendel nunca más volvió a ser el mismo.
—?Quién estuvo al mando del ejército en su ausencia?
—El capitán Garrick Loras. El mejor amigo de Rendel, y otro destacado espadachín. Una promesa a convertirse en caballero. Garrick fue el único entre muchos que defendía al comandante. Mucha gente, incluidos varios caballeros, no estaban muy contentos teniendo a un muchacho como líder. Intentaron varias veces arruinar su buen nombre.
—?Alguna vez atentaron contra su vida? —irrumpo.
—No, nunca llegaron tan lejos. Todos se enterarían. El castigo sería terrible para el responsable. Lo único que podían hacer era destruir su carrera, por eso, empezaron a circular rumores de que abusaba de su cargo con los aldeanos, que se la pasaba borracho y… —Sonríe—. Junto a compa?ías más básicas. Todas mentiras por supuesto.
En ese momento, se viene a mi mente como un rayo el trágico destino de los Farsen. No puedo evitar sentir una profunda aflicción al recordarlo.
—?Rendel te contó lo que pasó en la casa de Jack?
Mi padre asiente, hundido en una gran preocupación.
—Al principio no le creí. Pero luego recordé las últimas palabras de tu madre antes de morir. No puede ser solo una coincidencia. Algo está a punto de pasar, Alex, y de alguna forma u otra, tú estás involucrado.
—?Qué debo hacer, padre? Yo no soy un guerrero —comento. Mis palabras acarrean un gran miedo detrás. Un miedo que nunca antes había sentido.